
en las últimas semanas algunos amigos y algunos autores (J. I. Packer, David Platt, A. W. Tozer - y la misma Biblia) me han confrontado con la realidad del discipulado y del costo por ser un seguidor de Jesús. La idea central es que, en nuestro afán de hacer que el Evangelio sea atractivo para las personas, hemos dejado de lado una parte importante del mismo: el costo de ser seguidor de Jesús.

No es algo nuevo, Dietrich Bonhoeffer escribió al respecto en su obra clásica, y muy recomendable, El costo del discipulado. En ella, Bonhoeffer habla de la gracia, que por definición es un regalo. Sin embargo, el que lo sea, no hace de ella algo sin valor, pues el precio fue la vida de nuestro señor Jesús. Ya que creemos que la salvación es únicamente por la gracia de nuestro Padre celestial, creo que esta cita es muy importante en nuestros días. Espero que la encuentren inspiradora y desafiante.
La gracia barata es el enemigo mortal de nuestra Iglesia. Estamos luchando por una gracia costosa día a día.

Gracia barata significa la justificación del pecado sin la justificación del pecador...


La gracia costosa es el tesoro escondido en el campo; por él, un hombre vende alegremente todo lo que tiene. Es la perla de gran precio la cual el mercader venderá todos sus bienes. Es el reino real de Cristo que, por el bien de un hombre, le sacará el ojo que lo hace caer; es el llamado de Jesucristo ante el cual, el discípulo abandona sus redes y lo sigue.
Gracia costosa es el evangelio que debe ser buscado una y otra vez, el obsequio que debe solicitarse, la puerta a la que un hombre debe llamar.


Gracia costosa es el santuario de Dios; tiene que ser protegido del mundo, y no arrojado a los perros. Por lo tanto, es la palabra viva, la Palabra de Dios, que él pronuncia según su voluntad. La gracia costosa nos confronta con su llamado de gracia para que sigamos a Jesús, está acompañada por la palabra de perdón al espíritu quebrantado y el corazón contrito. La gracia es costosa porque obliga al hombre a someterse al yugo de Cristo y seguirlo; es gracia porque Jesús dice; "mi yugo es suave y mi carga es liviana."
pp.43-45
Evidentemente las palabras de Bonhoeffer son palpables en la vida de las personas que conformamos la Iglesia. Es triste y es deplorable porque minimiza el sacrificio de Jesús. Como consecuencia, el pecado se vuelve algo trivial, algo con lo que podemos vivir y practicar, aun dentro de la misma iglesia.
La invitación es a que reconsideremos nuestra forma de vida y de ser iglesia. Que no perdamos la perspectiva del significado de Jesús, que siendo Dios no se aferró a esa condición, sino que aceptó la humillación y hasta la muerte en una cruz (Fil 2:6-8), por amor a cada uno de nosotros. Para que de esta forma recibiéramos de forma gratuita, pero de alto precio, la salvación.
Guillermo Bernáldez Flores
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