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abril 20, 2013

¿Quién necesita a Quién?


       Saludos, 

cuando compré el libro Radical de David Platt, no estaba muy seguro de lo que encontraría en él.  La premisa básica es que seguir a Jesús no es fácil, sino que por el contrario, demanda morir a nosotros mismos.  Platt nos hace ver que muchas de nuestras acciones, pensamientos y anhelos - posesiones, progreso, popularidad, etc. - se oponen a algunas de las enseñanzas de Jesús.

       Platt relata la historia de Juan 6 cuando Jesús está hablando del pan de vida, y una multitud está dispuesta a seguirlo.  Platt cuenta que la mayoría de nosotros, los que somos parte de alguna iglesia, estaríamos celebrando la adición de un número tan grande de seguidores.  Sin embargo, Jesús continúa diciendo que tienen que comer su carne y beber su sangre, lo cual genera discusiones porque es algo muy difícil he hacer, de tal forma que 'Desde entonces muchos de sus discípulos le volvieron la espalda y ya no andaban con él' (Jn 6:66).  Platt, de forma algo cómica imagina a los doce pensando, al momento de escuchar estas palabras, 'No Jesús, no les digas eso que los vas a espantar'. 

       En esta sección, Platt nos hace ver qué tanto hemos cambiado las verdades bíblicas.  Tanto que hemos llegado al punto en  que pensamos que Dios necesita de nosotros, en lugar de reconocer que nosotros somos los que lo necesitamos.  Claro que esto refleja mucho de la idiosincrasia de muchas de nuestras iglesias, pero lo dejo en las palabras de Platt. 


        Aclaro que es mi traducción y no tomado de la versión en español. Espero que lo disfruten:

       "... Repentinamente parece que las fórmulas del cristianismo contemporáneo ya no son adecuadas.  Pídele a Jesús que entre en tu corazón.  Invita a Jesús a tu vida.  Repite esta oración, firma esta tarjeta, pasa por el pasillo, y acepta a Jesús como tu Salvador personal.  Nuestro intento de reducir este evangelio [el de Jesús] a una presentación reducida y empaquetada para persuadir a alguien para que nos responda y diga o haga la oración adecuada, ya no parece apropiado. 


       Esa es la razón por la que ninguna de estas frases hechas por los hombres se encuentra en la Biblia.  No encontrarás un verso en la Escritura donde a las personas se les pida que 'inclinen su cabeza, cierren sus ojos, y repitan lo que digo.'  No encontrarás un lugar en donde una supersticiosa oración del pecador es mencionada.  Y no encontrarás un énfasis en aceptar a Jesús.  Hemos tomado al infinitamente glorioso Hijo de Dios, quien soportó la infinitamente terrible ira de Dios y quien reina como el infinitamente digno Señor de todo, y lo hemos reducido a un pobre, reducido Salvador quien nos ruega que lo aceptemos.  ¿Aceptarlo?  ¿En realidad pensamos que Jesús necesita nuestra que lo aceptemos?  ¿No lo necesitamos nosotros a él?

       Te invito a que consideres conmigo una respuesta apropiada a este evangelio.  Seguramente requiere más que hacer una oración.  Seguramente garantiza más que una religiosa asistencia.  Seguramente este evangelio evoca una entrega incondicional de todo lo que somos y todo lo que tenemos a todo lo que él es.

       Tú y yo necesitamos desesperadamente considerar si en realidad, auténticamente, hemos confiado en Cristo para nuestra salvación.  Bajo esta luz, las palabras de Jesús al final del Sermón del Monte son de las más nos deben hacer sentir humildad en toda la Escritura.


       'No todo el que me dice: 'Señor, Señor', entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo.  Muchos me dirán en aquel día: 'Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?'  Entonces les diré claramente: 'Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!'' 

       Platt explica entonces, que Jesús no está hablando con gente no religiosa, atea o agnóstica, sino con gente devota.  Es decir, como la mayoría de nosotros, que leemos la Biblia, nos reunimos regularmente, etc.  Y continúa diciendo:

      "...  El evangelio nos demanda y capacita  para dar la espalda al pecado, tomar nuestra cruz, morir a nosotros mismos y seguir a Jesús.  Esos son los términos y expresiones que vemos en la Biblia.  Y nuestra salvación consiste de una profunda lucha en nuestras almas con el pecado en nuestros corazones, lo profundo de nuestra depravación, y nuestra desesperada necesidad de su gracia.  Jesús no es más el invitado o el aceptado sino el que es infinitamente digno de nuestro inmediato y total rendimiento.  

       Es posible que pienses que suena como si tenemos que ganarnos  el acceso a Jesús por medio de una obediencia radical, pero no es el caso.  De hecho, dice la Biblia que 'por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte' [Ef 2:8-9]Somos salvos de nuestros pecados por el regalo gratuito de la gracia, algo que sólo Dios puede hacer en nosotros y que  nosotros no podemos generar.

       Pero el regalo de la gracia incluye el regalo de un nuevo corazón; nuevos deseos, nuevas esperanzas.  Por primera vez, queremos a Dios.  Vemos nuestra necesidad de él, y lo amamos.  Lo buscamos, lo encontramos, y descubrimos que él es en realidad la gran recompensa de nuestra salvación.  Somos conscientes de que no sólo somos perdonados, o que tenemos asegurada la eternidad en el cielo, sino que somos salvos para conocer a Dios.  De esta manera, lo deseamos.  Lo queremos tanto, que abandonamos todo lo demás para poder vivirlo.  Ésta es la única respuesta apropiada para la revelación de Dios en el evangelio.

       Ésta es la razón por la que hombres y mujeres alrededor del mundo arriesgan sus vidas para conocerlo mejor.  Ésta es la razón por la que debemos evitar caricaturas baratas del cristianismo que fracasan al exaltar la revelación de Dios en su Palabra.  Éste es el por qué tú y yo no podemos conformarnos con un evangelio que no sea centrado en Dios, que exalte a Cristo y que nos pida negarnos a nosotros mismos."
(36-39)




       Seguir a Jesús es resultado de la convicción que el Espíritu Santo nos da.  Por eso es que a pesar de las dificultades, nos capacita para seguir adelante.  Dios es nuestro Creador, nosotros sus creacionesÉl es todopoderoso, nosotros débiles.  Él es infinito, nosotros tenemos nuestros días contados.  Él nos dio un Salvador, nosotros necesitamos un salvador.  Él es Dios, nosotros no. 

       Orando para que podamos mantener una perspectiva bíblica.

Guillermo Bernáldez