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diciembre 08, 2010

Adviento: tiempo de preparación



Saludos a todos,

La Navidad se acerca y muchos de nosotros comenzamos a llenar nuestros calendarios y agendas con actividades, visitas, eventos, etc. Para mi esposa y para mi sigue siendo extraño pensar que Navidad es pleno verano en estas partes del mundo. Habiendo crecido en el hemisferio norte, no es tan fácil hacernos a la idea de que estamos en esta época del año. Sin embargo, no quiero dejar pasar por alto el evento que estamos por celebrar los cristianos y cristianas de todo el mundo: el nacimiento de Jesús.

Esta semana la cita es del libro Living with Hope [Viviendo con Esperanza] de John Polkinhorne. Polkinhorne es un pensador cristiano brillante: científico y maestro de física teórica en la Universidad de Cambridge por más de diez años; renunció a esta posición para dedicarse al pastorado en la Iglesia Anglicana en Inglaterra. Escribo esto último, porque la denominación a la que pertenece - una denominación que observa un calendario litúrgico y que además observa la vestimenta de sus pastores como parte de este calendario. Esta aclaración también abarca el uso de la palabra "penitencia", porque esto no quiere decir que la salvación se gane por obras o por sufrimiento, sino por la gracia de nuestro Padre y por el sacrificio y resurrección de Jesucristo.

Quizá algunos tampoco estén muy familiarizados con el Adviento, que es el tiempo que se anticipa al nacimiento de nuestro Señor Jesús. Polkinghorne nos recuerda que este tiempo previo al nacimiento de Jesús, nos invita a la reflexión, pero dejemos que él lo haga con sus propias palabras. Que lo disfruten.

"Los catálogos navideños especiales de organizaciones caritativas comienzan a llegar a finales del verano. En octubre, las decoraciones comienzan a aparecer en las calles. Para noviembre, las compras festivas están en apogeo. La Navidad hace sentir su presencia mucho antes del 25 de diciembre. Las iglesias no están inmunes a este frenesí de actividad anticipatoria. Diciembre es el mes de servicios musicales navideños de todo tipo. También es el mes de Adviento. En muchas iglesias habrá un candelabro o guirnalda con sus cuatro velas rojas que se irán prendiendo sucesivamente en los cuatro domingos de la estación, pero la vela blanca en el centro, la que será prendida el día de Navidad, esa es la que tiene el foco de la mayor expectación. La mayoría de nosotros quiere cantar villancicos, en lugar de los himnos navideños. ¡Pobre y viejo Adviento! Se ha vuelto la estación Cenicienta, y casi ha sido sacada de la vida de la iglesia.

Creo que esta situación es una desgracia, porque necesitamos recobrar los recursos espirituales especiales del Adviento. El adviento es un tiempo penitencial del calendario de la Iglesia, una época en la que los pastores visten púrpura, tan diferente al blanco que visten el día de Navidad. Si piensas que los tiempos de penitencia son dominados por la penumbra y la culpa, entonces es posible que estés contento de que el Adviento haya minimizado esta parte como lo hace. ¿No es, acaso, que la religión se pone sombría y severa cuando todos los demás están preparándose para celebrar con un consumismo alegre las fiesta de la Navidad? Pensar de esta manera es de hecho un error terrible. Las épocas penitenciales no son para hacernos sentir miserables, sino para que ellas nos ayuden a enfrentar la realidad. Esa es la razón por la que eclipsar el Adviento [es decir, ocultarlo tras las muchas actividades dentro y fuera de la iglesia] es una pérdida espiritual. Necesitamos recobrar sus recursos simplemente porque necesitamos ser capaces de mirar fijamente las cosas tal y como están. El Adviento nos da la oportunidad de tomar seriamente los asuntos que la mayoría del tiempo son aventados a la parte posterior de nuestras mentes. Nos ayuda a enfrentar la realidad. En Adviento, tenemos la oportunidad de encarar frente a frente temas como la muerte, y la seriedad moral de la vida que es llamada para ser juzgada.


El Adviento también nos da la oportunidad de pensar nuevamente acerca de Dios y la relación de Dios con los seres humanos a la luz de dos grandes hechos del evangelio cristiano: el hecho de que Cristo ha venido y el hecho de que Cristo volverá a venir nuevamente.
(1-2)

Que en este tiempo de mucha actividad, podamos tomar tiempo para prepararnos para celebrar el nacimiento de nuestro Señor, enfrentando la realidad de ser seres finitos, pero con la esperanza de que en nuestro Señor, ¡tenemos vida eterna!

Guillermo Bernáldez

diciembre 02, 2010

Doble Identidad


Buen día, John Stott fue uno de los primeros autores cristianos que realmente me impactó. La razón fue que el cristianismo del que él escribía no se perdía en la espiritualización de las enseñanzas de las Escrituras. Tampoco hacía un énfasis literal ni legalista. Este balance me dio nuevas perspectivas en mi actuar como cristiano.

Su libro La Fe Cristiana frente a los Desafíos Contemporáneos mantiene este mismo balance. Stott escribe acerca de la responsabilidad de la iglesia frente a las grandes necesidades que existen en el mundo el día de hoy. Si bien la iglesia es cada vez más consciente de esta responsabilidad, aún nos queda un buen camino por recorrer. Entender que nuestra misión no es únicamente espiritual, sino integral es el desafío que enfrentamos. Que lo disfruten.

"... sólo hay dos actitudes para el cristiano frente al mundo: el escapismo y el compromiso. 'Escapismo' significa dar la espalda al mundo y rechazarlo, lavarse las manos (para descubrir luego, como Poncio Pilato, que la culpa no desaparece con el agua) y endurecer el corazón frente al clamor agonizante de quienes piden ayuda. En cambio 'compromiso' significa volverse hacia el mundo con compasión; ensuciarse, lastimarse y gastarse las manos en le servicio y sentir más profundo del ser el impulso del amor de Dios que no puede ser sofocado. En demasiados casos los evangélicos hemos sido, o tal vez aún somos, escapistas irresponsables."
(38)

Stott sugiere en este punto que nuestras doctrinas no son lo suficientemente completas para comprender nuestra responsabilidad social como seguidores de Jesús. Las doctrinas son:
  1. Una doctrina más completa de Dios.
  2. Una doctrina más completa del ser humano.
  3. Una doctrina más completa de Cristo.
  4. Una doctrina más completa de la salvación.
  5. Una doctrina más completa de la iglesia.
De ésta última dice:

"Debemos abandonar la imagen de la Iglesia como club y en su lugar recuperar la 'doble identidad' de la Iglesia. Por un lado, es un pueblo 'santo', llamado a salir del mundo para pertenecer a Dios. Por otro lado, es un pueblo 'mundano', pues es enviado de vuelta al mundo para testificar y servir. El Dr. Alex Vidler, siguiendo a Bonhoeffer, utiliza la expresión 'santa mundanalidad' de la Iglesia. En su larga y variada historia, la Iglesia rara vez ha recordado recordado o mantenido su doble identidad. A veces, por acentuar su 'santidad', ha caído en el error de retirarse y aislarse del mundo. Otras veces, por acentuar su 'mundanalidad' (es decir, su inserción en la vida del mundo), se ha conformado a las normas y valores del mundo hasta contaminarse con ellos. No obstante, si no preserva ambos aspectos de su identidad, no puede llevar a cabo la misión. La misión surge de la doctrina bíblica de la relación de la Iglesia con la sociedad. Una eclesiología desequilibrada lleva a una misión igualmente desequilibrada.

Jesús mismo enseñó estas verdades, no sólo en su famosa expresión 'en el mundo sin ser del mundo' sino también en sus vívidas metáforas de la sal y la luz. 'Vosotros sois la sal de la tierra', dijo, y 'Vosotros sois la luz del mundo' (Mt 5:13-16). Esto implica que las dos comunidades, la vieja y la nueva, la Iglesia y el mundo, son tan radicalmente distintas entre sí como la luz y la oscuridad o la sal y la descomposición. Además, para poder servir de alguna ayuda, la sal debe penetrar en la carne y la luz debe brillar en la oscuridad. De la misma manera, los cristianos deben penetrar en la sociedad no cristiana.

De un modo simil
ar el apóstol Pedro se refiere a los miembros del nuevo pueblo de Dios, por un lado, como 'extranjeros y peregrinos' en el mundo, y por otro, como ciudadanos con deberes y responsabilidades que cumplir (1P 2:11-17). Nuestra actitud hacia el mundo no puede ser de plena identificación y defensa (como si no existiera ningún mal en él) ni tampoco de completa negación (como si no existiera nada buen en él), sino que debe ser una combinación de ambas, y asimismo ha de ser especialmente desafiante, reconociendo su potencialidad como mundo de Dios y buscando que la vida del mundo se adecue cada vez más a su señorío."
(42-43)

Al hablar de misión integral, es decir no pensar únicamente en la parte espiritual de las cosas, nos vemos obligados a servir también de una manera más integral. Es decir, si antes pensaba que mi servicio era sólo espiritual entonces me conformaba con hablar y orar (lo cual es bueno y deseable), pero no me sentía obligado a compartir los bienes materiales que Dios me había dado. Y es que como me dijo un amigo, "No le puedes ofrecer sólo pan espiritual al que tiene hambre de pan material porque no te va a escuchar."


Estar en el mundo sin ser parte de él requiere de mucha sabiduría, amor y agallas. Por eso ha sido más fácil encerrarnos dentro de nuestros edificios. Pero para la sal dé sabor (y también conserve, como se le usaba en el pasado), debe salir del salero. Ese es nuestro llamado.

GB