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diciembre 02, 2010

Doble Identidad


Buen día, John Stott fue uno de los primeros autores cristianos que realmente me impactó. La razón fue que el cristianismo del que él escribía no se perdía en la espiritualización de las enseñanzas de las Escrituras. Tampoco hacía un énfasis literal ni legalista. Este balance me dio nuevas perspectivas en mi actuar como cristiano.

Su libro La Fe Cristiana frente a los Desafíos Contemporáneos mantiene este mismo balance. Stott escribe acerca de la responsabilidad de la iglesia frente a las grandes necesidades que existen en el mundo el día de hoy. Si bien la iglesia es cada vez más consciente de esta responsabilidad, aún nos queda un buen camino por recorrer. Entender que nuestra misión no es únicamente espiritual, sino integral es el desafío que enfrentamos. Que lo disfruten.

"... sólo hay dos actitudes para el cristiano frente al mundo: el escapismo y el compromiso. 'Escapismo' significa dar la espalda al mundo y rechazarlo, lavarse las manos (para descubrir luego, como Poncio Pilato, que la culpa no desaparece con el agua) y endurecer el corazón frente al clamor agonizante de quienes piden ayuda. En cambio 'compromiso' significa volverse hacia el mundo con compasión; ensuciarse, lastimarse y gastarse las manos en le servicio y sentir más profundo del ser el impulso del amor de Dios que no puede ser sofocado. En demasiados casos los evangélicos hemos sido, o tal vez aún somos, escapistas irresponsables."
(38)

Stott sugiere en este punto que nuestras doctrinas no son lo suficientemente completas para comprender nuestra responsabilidad social como seguidores de Jesús. Las doctrinas son:
  1. Una doctrina más completa de Dios.
  2. Una doctrina más completa del ser humano.
  3. Una doctrina más completa de Cristo.
  4. Una doctrina más completa de la salvación.
  5. Una doctrina más completa de la iglesia.
De ésta última dice:

"Debemos abandonar la imagen de la Iglesia como club y en su lugar recuperar la 'doble identidad' de la Iglesia. Por un lado, es un pueblo 'santo', llamado a salir del mundo para pertenecer a Dios. Por otro lado, es un pueblo 'mundano', pues es enviado de vuelta al mundo para testificar y servir. El Dr. Alex Vidler, siguiendo a Bonhoeffer, utiliza la expresión 'santa mundanalidad' de la Iglesia. En su larga y variada historia, la Iglesia rara vez ha recordado recordado o mantenido su doble identidad. A veces, por acentuar su 'santidad', ha caído en el error de retirarse y aislarse del mundo. Otras veces, por acentuar su 'mundanalidad' (es decir, su inserción en la vida del mundo), se ha conformado a las normas y valores del mundo hasta contaminarse con ellos. No obstante, si no preserva ambos aspectos de su identidad, no puede llevar a cabo la misión. La misión surge de la doctrina bíblica de la relación de la Iglesia con la sociedad. Una eclesiología desequilibrada lleva a una misión igualmente desequilibrada.

Jesús mismo enseñó estas verdades, no sólo en su famosa expresión 'en el mundo sin ser del mundo' sino también en sus vívidas metáforas de la sal y la luz. 'Vosotros sois la sal de la tierra', dijo, y 'Vosotros sois la luz del mundo' (Mt 5:13-16). Esto implica que las dos comunidades, la vieja y la nueva, la Iglesia y el mundo, son tan radicalmente distintas entre sí como la luz y la oscuridad o la sal y la descomposición. Además, para poder servir de alguna ayuda, la sal debe penetrar en la carne y la luz debe brillar en la oscuridad. De la misma manera, los cristianos deben penetrar en la sociedad no cristiana.

De un modo simil
ar el apóstol Pedro se refiere a los miembros del nuevo pueblo de Dios, por un lado, como 'extranjeros y peregrinos' en el mundo, y por otro, como ciudadanos con deberes y responsabilidades que cumplir (1P 2:11-17). Nuestra actitud hacia el mundo no puede ser de plena identificación y defensa (como si no existiera ningún mal en él) ni tampoco de completa negación (como si no existiera nada buen en él), sino que debe ser una combinación de ambas, y asimismo ha de ser especialmente desafiante, reconociendo su potencialidad como mundo de Dios y buscando que la vida del mundo se adecue cada vez más a su señorío."
(42-43)

Al hablar de misión integral, es decir no pensar únicamente en la parte espiritual de las cosas, nos vemos obligados a servir también de una manera más integral. Es decir, si antes pensaba que mi servicio era sólo espiritual entonces me conformaba con hablar y orar (lo cual es bueno y deseable), pero no me sentía obligado a compartir los bienes materiales que Dios me había dado. Y es que como me dijo un amigo, "No le puedes ofrecer sólo pan espiritual al que tiene hambre de pan material porque no te va a escuchar."


Estar en el mundo sin ser parte de él requiere de mucha sabiduría, amor y agallas. Por eso ha sido más fácil encerrarnos dentro de nuestros edificios. Pero para la sal dé sabor (y también conserve, como se le usaba en el pasado), debe salir del salero. Ese es nuestro llamado.

GB

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