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febrero 14, 2012

Nuestro Padre


 
        Buen día, 

la experiencia de ser padre me ha abierto nuevas perspectivas a las relaciones familares incluyendo la relación con nuestro Padre celestial.  También lo ha sido el libro de Donald Miller titulado Father Fiction (Ficción de Padre) que había sido publicada previamente como To Own a Dragon y que la versión en español se llamó Tu Dragón Interior.  En éste relata las experiencias y dificultades que experimenta al crecer sin la presencia de su padre biológico. 

       El pensamiento para esta semana no es sólo para aquellos que han crecido sin una figura paterna.  Sino para recordar en momentos de tribulación y de angustia, es decir, para todos, ya que todos los experimentamos en algún momento de nuestras vidas.  Saber que Dios siempre permite y ordena los eventos que más nos benefician.  Esto no siempre es placentero, pero nos ama al grado de haber enviado a su único Hijo para que diera su vida por nosotros.  Por lo que podemos tener confianza de que aún en los momentos más difíciles, dolorosos y confusos, Dios está con nosotros y que son para nuestro bien.  Que lo disfruten.

       "Solía sentir que no tenía esperanza en la vida.  Asumía que la vida estaba en mi contra, que cualquier cosa mala que podría pasar, me pasaría a mí.  Era como si hubiera una gran corriente y yo estuviera nadando en su contra.  Pero estudiar este pasaje (la oración del Señor) cambió en algo esta forma de pensar.  Dios actúa como mi padre.  Dios actúa como nuestro padre.  Yo sé que si Dios me ama y quiere que tenga éxito tanto como John [mi amigo] ama a sus amigos y quiere que tengan éxito, entonces la vida no parece tan desesperanzadora.

       Pero la otra idea que se me ocurrió fue que necesitaba cambiar la forma en que entiendo la espiritualiad.  Lo que quiero decir es que, yo necesito permitir que Dios ejerza su paternidad.  Necesitaba reconocerlo como Padre y someterme.  En lenguaje tradicional podría usarse el término arrepentimiento.  En parte, esto significa que yo admitía que yo quería ser independiente de Dios, admitir que yo quería que las cosas fueran a mi manera, y pedirle que cambiara mi corazón.  Una de las cosas con las que lidio al haber crecido sin padre es cierto resentimiento cuando menciono la necesidad de tener un padre.  Tenía que admitir que necesitaba uno.  Tenía que decirle a Dios que quería que el fuera mi Padre.

       Una de las esenas más tiernas y bellas que ocasionalmente ocurrían frente a mí en la casa de los MacMurray era la paz tranquila y silenciosa que alcanzaba a los chicos una vez que dejaban de intentar hacer las cosas a su manera.  Cassy se levantaba del piso y caminaba hacia donde estaba su papá y extendía sus brazos, todavía con cara de puchero.  John se sentaba en el sillón y la abrazaba meciéndola entre sus brazos.  Si John había regañado a Chris por cualquier cosa y lo había enviado a su habitación, Chris salía después de un rato y hablaba con John mientras éste estaba sentado en el sillón y trepaba hasta sus brazos y escondía su cabeza en el cuello de John.  Algunas veces era como si los pequeños estuvieran diciendo que lo sentían, pero no eran lo suficientemente grandes para poder expresarlo con sus propias palabras.  Pero en otras ocasiones que probablemente eran los momentos más tiernos, los chicos todavía se sentían frustrados, todavía estaban confundidos porque no podían salirse con la suya o porque parecía que siempre estaban metiéndose en problemas; y el abrazo, el acercarse a John y esconderse entre sus brazos, era más por sentir su amor en medio de la confusión, dentro de la dificultad, que era por sentir que lo habían superado.  Era como si preguntaran si John todavía los amaba, si la disciplina significaba que se había perdido algo en la relación que tanto necesitan con su padre.  Nada se había perdido.  Un padre disciplina porque ama."
(64-66)

       Sin duda, es confortante saber que nuestro Padre nos ama.  Quizá la parte más difícil es poder comprender que Dios no es un Padre distante y etéreo, sino uno que está plenamente involucrado en lo que le sucede a cada uno de sus hijos e hijas.  Las tentaciones de hacer las cosas a nuestro modo, de negarnos a reconocer la soberanía de Dios, de perder la esperanza en momentos difíciles, y otras van a estar siempre presentes.  Pero podemos recordar que Dios nos ama.


       Como padre, he aprendido que no hay nada que puedan hacer mis hijos para que deje de amarlos.  Hay cosas que no me gustan, que detesto que hagan, e incluso que me enojan, pero sé que en el momento que me necesiten, haré todo lo que esté a mi alcance para ayudarlos.  Y si nosotros, como humanos podemos hacer estas cosas, ¿cuánto más nuestro Padre que está en los cielos?  ¡El mejor Padre que alguien puede tener!

      Agradecido por su gran amor,



Guillermo Bernáldez