el pensamiento de esta semana lo encontré en el blog de un amigo. Me pareció que era muy apropiado porque el mundo nos rodea de ideas y tentaciones que intentan desanimarnos, haciéndonos pensar que nuestro servicio a Dios es algo que no tiene sentido, que va en contra de la lógica de un mundo cada vez más sumergido en diversión y entretenimiento pasajeros.
Sin embargo, cuando Dios cambia el corazón de unapersona, también cambia la forma en la que ve el mundo, y más que nada, cambia el concepto de la finalidad del ser humano, de la temporalidad de esta vida y de la promesa de vivir eternamente con nuestro Padre.
El autor es Thomas Watson (1620-1686), un puritano inglés que ha sido de inspiración para muchas personas, incluyendo a Charles Spurgeon. Espero que lo sea para ti.
“Dios
se llena de gozo cuando el mundo ve a un cristiano que es alegre en medio de
circunstancias adversas; quien, con el zorzal, puede cantar en la oscuridad de
la noche de la misma manera que lo hace a la luz del día. El pueblo de Dios tiene razones para
estar alegre. Están justificados y son
adoptados, y esto creo una paz interior, y crea música en sus corazones, sin
importar las tormentas exteriores que pudieran estar azotándolos. Si consideramos lo que Cristo ha hecho por
nosotros a través de su sangre, y la obra de su Espíritu, es una razón para
tener una gran alegría, y esta alegría glorifica a Dios.
Un siervo que siempre está triste y desanimado, refleja algo
de su señor. Dice que su vida es dura
porque su señor no le da lo que es adecuado.
Cuando el pueblo de Dios está cabizbajo, pareciera que no tienen un buen
Señor, o han abandonado su decisión de seguirlo, algo que deshonra a Dios.
Al tiempo que los grandes pecados de aquellos que dicen ser
creyentes, escandalizan el evangelio, también lo hacen las vidas de los santos
faltas de gozo. Nuestro servicio a Dios
no le da gloria a menos que lo hagamos con gozo. Un cristiano alegre busca glorificar a Dios. Nuestra fe no nos quita el gozo, lo
refina. No rompe nuestro violín, sino
que lo afina a hace que la música que produce sea más dulce.
‘Ustedes lo aman a pesar de
no haberlo visto…’ (1Pe 1:8a)
Dios en deliciosamente bueno. Aquello que es el bien principal debe llenar
el alma con placer. Debe haber en ella
un deleite ferviente y la quintaesencia del gozo. Hay una dulzura en la persona de Dios que
deleita e inflama el alma. El amor de
Dios derrama una dulzura infinita en el alma que es indescriptible y llena de
gloria.
Si nos deleitamos en Dios, aunque sólo lo veamos por fe,
¿cómo será cuando lo veamos cara a cara?
Si los santos encontraron tanto deleite en Dios cuando ellos estaban
sufriendo, oh ¡cuánto gozo experimentarán cuando sean coronados!
Dios es un bien superlativo.
Él es mejor que cualquier cosa con la que se le compare. Él es mejor que la salud, las riquezas, y el
honor. Estas cosas mantienen la vida, Él
da la vida. ¿Quién podría poner algo en
una balanza en la que el otro lado está la Deidad? ¿Quién podría pesar una pluma contra una
montaña de oro? Dios sobrepasa todas las
cosas más infinitamente que el sol ilumina más que la luz de una vela.
Dios es un bien eterno. Él es el Anciano de días, aun así nunca decae ni
se envejece (Dn 7:9). El gozo que Él da es eterno, la corona no se
desvanece. El alma glorificada
siempre se confortará en Dios, celebrando en su amor, y recibiendo luz y calor
en su presencia. Dios es el bien
principal, y el gozo de Dios es el contentamiento más alto que cualquier alma
es capaz de conocer.”
Cuando uno está convencido de esto, es difícil que pierda el sentido de la alegría y gozo por periodos prolongados. Sabemos que Dios permite que experimentemos dificultades, pero que nunca van a ser superiores a lo que podemos aguantar. Además está la promesa de que todo es para nuestro bien.
Espero que nuestro Padre nos conceda la convicción de la realidad de sus promesas. Que en medio de cualquier situación podamos recordar que Dios es fiel y cumple; que es soberano, sabio, amoroso, justo y todopoderoso. Que a su nombre sea la gloria por siempre.
Con la alegría que viene de nuestro amoroso Padre,
Guillermo Bernáldez F
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