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septiembre 21, 2010

¿Perdón o Excusa?



Buena semana para todos y feliz día de la primavera para todos los que vivimos al sur del ecuador.

La cita de esta semana es de C. S. Lewis, que es conocido por la serie de las Crónicas de Narnia. Lewis fue un escritor notable y un académico destacado. Fue profesor en Cambridge y en Oxford, y en ambos lugares era muy apreciado por sus alumnos y colegas. Lewis también fue ateo por mucho tiempo, y su conversión a Cristo lo impactó profundamente. Lewis también experimentó el dolor desde temprana edad: su madre murió cuando él tenía 10 años y al final de su vida, cuando su amada esposa Joy muere de la misma enfermedad que su madre, después de haber estado casados por cinco años.

La cita es acerca del perdón y está en su libro El Perdón y otros Ensayos Cristianos. Lewis nos hace ver lo difícil que es para nosotros pedir perdón por nuestros pecados. Así que nuestra tendencia es disculparnos culpando a otros o a las circunstancias. Esto no es muy distinto a lo que hizo Adán al culpar a Eva, y Eva al culpar a la serpiente en el huerto del Edén. Lewis, con la agudeza que lo caracteriza, nos hace ver que si no hay pecado, entonces no hay la posibilidad de perdón. Esto se acentúa en el presente cuando la palabra "pecado" se ha vuelto un concepto del pasado; una idea que usaban nuestros antepasados para "controlar". Espero que lo disfruten.

"En mi opinión, con frecuencia interpretamos equivocadamente el perdón de Dios y de los hombres. En cuanto a Dios, cuando creemos pedirle perdón, a menudo deseamos otra cosa (a menos que nos hayamos observado con cuidado): en realidad no queremos ser perdonados, sino disculpados; pero son dos cosas muy distintas. Perdonar es decir 'Sí, has cometido un pecado, pero acepto tu arrepentimiento, en ningún momento utilizaré esa falta en contra tuya y entre los dos todo volverá a ser como antes'. En cambio, disculpar es decir 'Me doy cuenta de que no podías evitarlo o no era tu intención y en realidad no eras culpable'. Si uno no ha sido verdaderamente culpable, no hay nada que perdonar, y en este sentido disculpar es en cierto modo lo contrario. Sin duda, entre Dios y el hombre o entre dos personas, en muchos casos existe una combinación de ambas cosas. En realidad, lo que en un principio parecía pecado, en parte no era culpa de nadie y se disculpa, y el resto es perdonado. Con una excusa perfecta, no necesitamos perdón; pero si una acción requiere ser perdonada, es imposible una excusa. La dificultad reside en el hecho de que al 'pedir perdón a Dios' muchas veces en realidad estamos pidiéndole aceptar nuestras excusas. Este error es producto de la existencia de ciertas 'circunstancias atenuantes' en la generalidad de los casos. Estamos tan deseosos de recalcar estas circunstancias ante Dios (y ante nosotros mismos) que tendemos a olvidar lo esencial, es decir, esa pequeña parte inexcusable, pero no imperdonable, gracias a Dios. En esas condiciones, creemos arrepentirnos y ser perdonados, pero en realidad simplemente hemos quedado satisfechos con nuestras excusas, que en gran medida pueden ser insuficientes: todas las personas se satisfacen muy fácilmente consigo mismas.

Existen dos maneras de evitar este peligro: Por una parte, recordemos que Dios tiene presente toda excusa verdadera de mucho mejor manera que nosotros. Si en realidad existen 'circunstancias atenuantes', en ningún caso las pasará por alto... Nuestro deber consiste en darle cuenta de la parte inexcusable, del pecado. Perdemos el tiempo hablando de todo lo disculpable (según nosotros)....

Este peligro también desaparece si de verdad creemos en el perdón de los pecados. En gran medida, el afán de presentar excusas es producto de nuestra incredulidad: pensamos que Dios no nos acogerá sin un argumento en favor nuestro; pero en esas condiciones no existe el perdón. El perdón verdadero implica mirar sin rodeos el pecado, la parte inexcusable, cuando se han descartado todas las circunstancias atenuantes, verlo en todo su horror, bajeza y maldad y reconciliarse a pesar de todo con el hombre que lo ha cometido. Eso - y nada más que eso - es el perdón, y siempre podremos recibirlo de Dios, si lo pedimos."
(12-15)

Ahora me detengo y pienso en lo que hago. Pienso en mis acciones cotidianas y las evalúo. Reconozco que muchas veces encontré "circunstancias atenuantes": esta es mi única oportunidad, solo una vez para conocer, todo el mundo lo hace, etc.



GB

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