Saludos,
Esta semana el pensamiento es algo largo, pero creo que vale la pena. Y es que con frecuencia muchos de nosotros nos sentimos frustrados o decepcionados porque sentimos que no avanzamos en nuestro conocimiento de Dios, santidad, sabiduría, etc. Otras veces, sentimos que por largos periodos luchamos, y no parece que logramos avanzar. En especial cuando el cristianismo popular nos dice al aceptar a Cristo, nuestros problemas están resueltos si tenemos suficiente fe. Nos sentimos mal porque se nos dice que nos falta fe, que tenemos pecados ocultos (la pregunta es ¿quién no tiene pecados ocultos o evidentes?), etc. Hay pocas cosas más crueles que agregar sufrimiento a la persona que ya sufre. Decirle que sus esfuerzos más sinceros no logran que Dios. Las cosas no son así.
J. I. Packer nos hace ver en su libro titulado Knowing God (El conocimiento del Dios santo) que el proceso de santificación es lento, que aprendemos lentamente y que debemos sentirnos totalmente incapaces de manejar las cosas por nosotros mismos para poder ver y comprender la gracia de Dios en nuestras vidas. Por eso es que Dios permite que nos enfrentemos a situaciones dolorosas y demandantes.
Espero que lo disfruten y se sientan desafiados para ver la mano de Dios - sabio, amoroso y Todopoderoso - en los eventos que enfrentamos.
"... Abraham era capaz de repetidas decepciones mezquinas, que pusieron en peligro la castidad de su esposa (Gen 12.10-20). Simplemente, él era por naturaleza un hombre de poco coraje moral, demasiado ansioso de su seguridad personal (Gen12.12 ss; 20.11). También, era vulnerable a la presión; cuando su esposa insistió, tuvo un hijo con su sierva, Agar, y cuando Saraí reaccionó al orgullo de Agar durante su embarazo con recriminaciones histéricas, él dejó que Saraí echara a Agar de la casa (Gen 16). Es evidente, entonces, que Abraham no era por naturaleza un hombre de principios sólidos, y su sentido de responsabilidad era algo deficiente. Pero Dios en su sabiduría trató con esta persona placentera no heroica de tal modo que no solo él cumplió fielmente el papel señalado en el escenario de la historia de la iglesia, como pionero ocupante de Canaán, primer receptor del pacto de Dios (Gen 17) y padre de Isaac, el hijo del milagro; él también se volvió un hombre nuevo.
Lo que Abraham necesitaba más que nada, era aprender a practicar a vivir en la presencia de Dios, a ver su vida en relación con Él, y verlo a Él, y solo a Él como Capitán, Defensor y Galardonador. Esta era la gran lección que Dios en su sabiduría se concentró en enseñarle. 'No temas, Abram. Yo soy tu escudo, y muy grande será tu recompensa' (Gen 15:1). 'Yo soy el Dios Todopoderoso. Vive en mi presencia y sé intachable (Gen 17:1). Una y otra vez Dios confrontó a Abraham con Él mismo, y así lo llevó hasta el punto donde su coarzón podía decir, con el salmista, '¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra... Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna' (Sal 73.25 ss). A medida que la historia continúa vemos en la vida de Abraham los resultados de haber aprendido la lección. Las viejas debilidades todavía reaparecen, pero junto con ellas emerge una nueva nobleza e independencia, el resultado de hábito desarrollado por Abraham de caminar con Dios, descansando en su voluntad revelada, descansando en Él, esperando en Él, postrándose ante su providencia, y obedeciéndolo aun cuando sus órdenes son algo extrañas y no convencionales. Abraham cambia de ser un hombre del mundo, por un hombre de Dios.
Así, respondiendo al llamado de Dios, sale de casa y viaja a través de la tierra que sus descendientes habrán de poseer (Gen 12.7) - aunque él mismo no lo hará, nota; Abraham nunca poseyó nada en Canaán más que su tumba (Gen 23) - observamos en él una nueva humildad, cuando él cede el privilegio a su sobrino Lot (Gen 13.8 ss). Vemos un nuevo coraje, cuando con tan solo unos trescientos hombres va a rescatar a su sobrino Lot de las fuerzas combinadas de cuatro reyes (Gen 14.14 ss). Vemos una nueva dignidad, cuando rechaza quedarse con el botín, de otra manera hubiera sido el rey de Sodoma quien lo hiciera rico, en lugar del Dios Altísimo (Gen 14.22). Vemos una nueva paciencia, cuando espera por un cuarto de siglo, desde los 75 a los 100 años, para ver el nacimiento del heredero prometido (Gen 12.4, 21.5). Lo vemos volverse un hombre de oración, un intercesor inoportuno, cargado con un sentido de responsabilidad ante Dios por el bienestar de los otros (Gen 18.23 ss). Vemos en él al final de una vida decididamente dedicada a la voluntad de Dios, y con tal confianza en que Dios sabe lo que hace, que está dispuesto a matar a su propio hijo, el heredero que por tanto tiempo esperó, cuando Dios se lo ordena (Gen 22). ¡Qué forma tan sabia de Dios al dar estas lecciones! ¡Y qué bien la aprendió Abraham!"
(82-83)
Después de hablar de la vida de Abraham, Packer nos habla de Jacob, a quien Dios permitió una vida de "complejas relaciones decepcionantes". Más adelante habla de José, quien fue "probado, refinado y madurado... como esclavo y estando en prisión" también por un periodo largo de tiempo. Más adelante nos hablará de Pablo. Todos ellos comparten varios factores en común: sufrieron, aprendieron y crecieron. Por eso más adelante Packer concluye diciendo:
"... Por lo tanto, no debemos sorprendernos cuando cuando eventos inesperados, que nos trastornan y desaniman nos pasan a nosotros. ¿Qué significan? Simplemente que Dios en su sabiduría está creando algo en nosotros que todavía no hemos alcanzado, y está tratando con nosotros de acuerdo a ello.
Es posible que Él esté fortaleciendo nuestra paciencia, buen humor, compasión, humildad, mansedumbre, dándonos un poco de práctica extra en el ejercicio de estos dones bajo condiciones especialmente difíciles... como todos los santos saben, la amistad con el Padre y con el Hijo son más vívidas y dulces cuando, y el gozo cristiano llega a su máximo, entre más pesada es la cruz."
(86)
Por lo tanto no nos desesperemos. Luchemos la buena batalla y perseveremos para recibir la corona que Dios tiene para sus hijos e hijas. Oremos para que nuestro Padre nos dé fortaleza para seguir adelante, a pesar de que no podamos entender nuestra situación actual. Nuestro andar es por fe y no por vista, y la fe es la esperanza de lo que se espera.
GB
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