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junio 30, 2009

Saber dar y saber recibir


Ésta es la primera vez que no voy a citar de un libro cristiano. Sin embargo, la historia que cuentan los autores: Candelaria y Herman Zapp, me parece buenísimo para reflexionar. En su libro "Atrapa tu Sueño" cuentan cómo manejaron desde Argentina hasta Alaska en un auto Graham-Paige 1928. Ésta historia sucede en la costa de Ecuador.


"Tras la conversación, Alonso nos lleva en su bote a motor a ver a los pescadores de camarones. Al llegar nos acercamos a uno de ellos:
- ¿Qué tal la pesca? le pregunta Alonso.
- No ha sido muy buena, pero tal vez mejore - comenta mientras nos muestra un balde a medio llenar que contiene pequeños camarones mezclados con cangrejos y moluscos que se ven muy ricos -. Pueden quedárselos, se los regalo - nos dice.
- No gracias - le respondo, pensando que no podemos llevarnos lo único que tiene para vender. Pero mis palabras desdibujan la sonrisa del pescador.
- A mí me encantaría - irrumpe Cande [su esposa] para salvar la situación, y el hombre le pasa el balde a Alonso realmente feliz de darnos un regalo.
Al apartarnos de él Cande y Alonso me miran. Antes de que digan nada les explico:
- Sentí que me estaba llevando algo que no le sobraba, que su obsequio le produciría un daño económico...
- Eso, justamente eso, es dar: entregar lo que te sobra no es brindarte. Compartir es dar algo que uno quiere y este pescador ha compartido contigo su pesca. Ésa fue su mejor forma de decirte: "bienvenido a mi tierra" - me replica Alonso. ¡Qué suerte que Cande intervino para no despreciar el sacrificio del señor y así valorar su tan bella actitud!"

Estamos muy acostumbrados a pagar por lo que tenemos. De hecho con frecuencia uno se siente mal cuando recibe un regalo. Esperamos una oportunidad para devolver el favor y en cierto sentido "pagar" la deuda. Los regalos de Dios, o dones como se les conoce en el lenguaje de iglesia, son un regalo. No tienen precio. Dios nos dice "bienvenidos". Nos acepta como somos y espera que correspondamos con agradecimiento, no con un pago. Agradezcamos al Señor el sacrificio de dar a su propio hijo y no lo despreciemos.

Como hemos recibido por gracia, damos de gracia. Dios se agrada de los que dan alegremente. Cuando demos, no lo hagamos motivados por lo que recibiremos a cambio: ni de la persona ni de Dios. Eso sólo mostraría nuestra avaricia. Aprendamos a brindarnos y a sacrificarnos por los demás.

Aceptemos su su regalo de amor y perdón.

GB

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