el pensamiento de esta mañana viene de un libro que me recomendó un amigo con el que estudié en el seminario y que ahora es pastor de vida espiritual. Es un libro sobre disciplinas espirituales escrito por Dennis Okholm y se llama Monk Habits for Everyday People (Hábitos de monje para personas comunes y corrientes).
El libro explora algunas disciplinas espirituales que a veces hemos olvidado como evangélicos, pero que fueron parte integral de la iglesia de los primeros siglos. El tema de esta cita es la humildad para confiar en lo que Dios en todo. La historia con la que comienza es un muy buen ejemplo de esta realidad. Espero que lo disfruten.
Vivo cerca de las playas del sur de California y con frecuencia vemos o escuchamos de los rescates de aquellos que han sido arrastrados por corrientes marinas. Los salvavidas evalúan la situación rápidamente y se apresuran a salvar a la persona que está luchando inútilmente contra la terca corriente. Par poder ser rescatado, en nadador debe dejar de luchar contra la corriente, contra el salvavidas y rendirse. El problema es que cuando los dos regresan a la playa llena de gente, el salvavidas - el que se puede salvarse a sí mismo y al otro - es elogiado y el rescatado es señalado como un tonto por haber ignorado los señalamientos de precaución o por ser un enclenque. Ser rescatado es humillante porque requiere que yo reconozca que soy esclavo del narcisismo y que la fuerza de la corriente que preferiría no reconocer - aun a mí mismo. Pero si continúo creyendo que soy mejor de lo que soy en realidad, nunca admitiré que realmente necesito a Dios.
Este tipo de humildad cristiana no es lo mismo que tener una baja auto-estima o menospreciarse uno mismo. Es, simplemente, un rechazo a ser engañando con la mentira de que no tengo culpa. 'Con el poder de la intensidad del amor incondicional de Dios para mí, es posible demoler mis defensas y admitir la realidad de mi condición. No hay nada en mí o en mi historia que me pudiera dar seguridad en mi propia capacidad para que mi vida tenga un final feliz. POr esta razón Benedicto comienza la escalera de la humildad reconociendo el temor a Dios. Como la obediencia, la humildad requiere que confiemos en Dios y en las personas que Dios ha decidido colocar a nuestro alrededor.
Sólo quienes tienen una comprensión realista de su valor, pueden verdaderamente confiar en Dios. Si cultivamos un sentido inflado de nuestra existencia, descubriremos que es difícil confiar en lo que Dios está trabajando para el bien de aquellos a quien Dios ha llamado y escogido, como insistiera el apóstol Pablo... Por ejemplo, es posible que creamos que nuestras circunstancias actuales son indispensables para Dios para que el trabajo del reino se lleva a cabo. Sin embargo, el llamado de Dios a posiciones mejo prestigiosas o menos atractivas en la vida, pueden ser parte de una perspectiva más grande que sólo Dios puede ver. Se requiere que confiemos en la divina providencias para aceptar el hecho de que lo que parece menos prestigioso desde el punto de vista humano, es precisamente lo que me da valor desde la amplia perspectiva que final de cuentas, es la que cuenta. Tengo que ser lo suficientemente humilde para admitir que con frecuencia soy engañado por las apariencias; tengo que tener una fe robusta en que Dios siempre es para nuestro bien, a pesar de las apariencias.
pp 74-76
Sin duda, la mayoría de nosotros afirmamos que confiamos en Dios. Las cosas cambian cuando las cosas no salen como habíamos planeado. Nuestra sociedad enfatiza (y alaba) el arribismo: mejor trabajo, mejor casa, mejor todo. Sin embargo, en ciertas ocasiones puede llamarnos a hacer algo que la sociedad considera un retroceso y es cuando nuestra confianza en Dios debe ser más fuerte.
Muchas veces no pensamos que aceptar la salvación que Dios ofrece requiere humildad. Okholm está en lo correcto. Es incómodo tener que ser rescatado (salvado), porque sentirse autosuficiente es lo que la gente desea y espera. Así que con frecuencia tratamos de agregar nuestras buenas acciones. Esto es imposible porque el sacrificio de Jesús es suficiente. Si intentamos agregarle algo, estamos quitándole valor.
Entreguémonos en los brazos de nuestro Padre celestial. Él nos ama y su perspectiva es mucho más amplia, perfecta y sabia que la nuestra.
Confiando en Dios
Guillermo Bernáldez Flores