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mayo 10, 2016

Escala humana vs. escala divina

   
  Buen día, 


     J. I. Packer ha sido uno de los teólogos y escritores que más he disfrutado a lo largo de los años.  Su libro Knowing God (Conociendo a Dios) ha sido uno de los más influyentes para el cristianismo.  Y, como el título sugiere, Packer se enfoca en explicar quién y cómo es Dios, de una manera bastante accesible - si tienes oportunidad de leerlo, es muy recomendable.  Bien sabemos que para el ser humano es imposible llegar a comprender a Dios y conocerlo, pero Packer hace un buen trabajo.  

     El texto de hoy enfatiza la diferencia que existe entre Dios y los hombres.  Es importante tenerla en mente porque podemos correr el riesgo de interpretar a Dios como cualquier otro ser creado, y esto no es así. La creación es maravillosa, nos muestra la gran creatividad y poder del Creador.  Él es nuestro Dios, él es nuestro creador, y él es nuestro Padre.  Espero que lo disfruten.

     "Hoy, se pone mucho énfasis en la idea de que Dios es personal, pero esta verdad es expuesta de tal forma que da la impresión de que Dios es una persona como nosotros - débil, inadecuado, inefectivo, un poco patético.  ¡Pero ése no es el Dios de la Biblia!  Nuestra vida personal es una cosa finita: está limitada en cada dirección, en espacio, en tiempo, en conocimiento, en poder.  Pero Dios no está limitado en ningún sentido.  Él es eterno, infinito, y todopoderoso.  Él nos tiene en sus manos; nosotros nunca lo tenemos en las nuestras.  Como nosotros, Él es personal, a diferencia de nosotros, Él es grandioso.  Con todo el énfasis constante en la realidad de la preocupación personal de Dios por su pueblo, y en su gentileza, ternura, empatía, paciencia, anhelo de compasión que Él muestra hacia ellos, la Biblia nunca nos permite perder de vista su majestuosidad y su dominio ilimitado sobre todas sus criaturas."
p. 83

     Packer continúa hablando de la creación del universo.  Lo hace de forma muy somera, porque hablar de las estrellas y del espacio estelar es un tema muy amplio y complejo.  Pero aun con esta sencillez, el asombro persiste.

     "Mira a las estrellas.  La experiencia más fascinante que la mayoría de los humanos conocemos es la de estar sólo de pie en una noche clara y ver a las estrellas.  Nada te da un sentido de lejanía y distancia; nada te hace sentir más poderosamente la pequeñez e insignificancia de uno mismo.  Y nosotros que vivimos en la era espacial podemos complementar esta experiencia universal con nuestro conocimiento de los factores involucrados - millones de estrellas, miles de millones de años luz en distancias.  Nuestras mentes giran; nuestra imaginación no puede comprenderlo; cuando intentamos de concebir las profundidades inimaginables del espacio exterior, quedamos mentalmente extasiados. 

     Pero, ¿qué es este Dios? 'Alcen los ojos y miren a los cielos: ¿Quién ha creado todo esto?  El que ordena la multitud de estrellas una por una, y llama a cada una por su nombre.  ¡Es tan grande su poder, y tan poderosa su fuerza, que no falta ninguna de ellas!'  (Is 40:26).  Es Dios quien hizo las estrellas, fue Dios quien las colocó en el espacio; Él es el Hacedor y Maestro - todas ellas están en sus manos y sujetas a su voluntad.  ¡Miren a su Dios!
pp. 87-88

     La propuesta de Packer es maravillosa: simplemente mirar a las estrellas en un lugar apartado.  Una experiencia que nos permite entender que la escala humana es ínfima ante la creación de Dios, nuestro Dios.  El Dios todopoderoso que hizo todo lo que se ve de lo que no se ve, con perfección y belleza.


     Este Dios, tan excelso decidió hacernos sus hijos; únicamente por amor.  En ese sentido, Dios es muy personal, nuestro Padre y ese pensamiento es maravilloso.  Dios nos ama a pesar de nuestra pequeñez.  Puede ser fácil perder la escala.  Estamos acostumbrados a asombrarnos por los avances que logra la humanidad, es fácil creer que podemos dominar todo.  Sin embargo, al vernos con mesura, entendemos qué tan insignificantes somos si nos comparamos con el tamaño y fuerza del universo.  Pero Dios nos amó y nos ama.

     Podemos, como el salmista exclamar "¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él? (Sal 8:4).

Guillermo Bernáldez F

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