Visitas

free counters

febrero 10, 2015

Amor que santifica

       Buen día,

se acerca el día de San Valentín.  Muchos - dentro y fuera de la iglesia - estaremos buscando cómo celebrar este acontecimiento.  Algunos lo evitarán argumentando que únicamente se trata un comercialismo exacerbado.

       Sea cual sea tu postura, presento - particularmente a los hombres, pero creo que las damas también se beneficiarán - una cita de R. Kent Hughes que me ha dado vueltas en la cabeza desde que la leí - especialmente las preguntas con que cierra esta sección.  Se encuentra en su excelente libro Disciplines of a Godly Man (Las disciplinas de un hombre santo).  

       Es un pensamiento desafiante para cualquier hombre que se autodenomine seguidor de Cristo.  Espero que lo encuentren edificante, para los hombres y, como consecuencia, sus esposas.

       "El matrimonio bajo el señorío de Cristo es una relación de santificación mutua - nos mueve hacia la santidad.  La mayoría de nosotros, cuando nos casamos, somos como un hogar bien amueblado - y muchos muebles deben ser tirados para hacer espacio para la otra persona.  El amor marital genuino revela habitaciones llenas de egoísmo.  Cuando estas habitaciones son limpiadas, uno encuentra habitaciones llenas de egocentrismo.  Más allá de éstas están la autonomía y la voluntad propia - un proceso de limpieza continuo.  Ciertamente fue lo que hizo el matrimonio conmigo.  ¡Yo no tenía idea qué tan egocéntrico era hasta que me casé!  George Gilder, en su debatido libro Men and Marriage (Hombre y Matrimonio), argumenta que el matrimonio es una institución que amansa el barbarismo invertebrado del hombre.  A lo largo de los años un buen matrimonio puede hacernos mejores - hasta hacernos casi irreconocibles.  De hecho existe una santificación mutua en el matrimonio.

       Pero le énfasis en las Escrituras es en la responsabilidad del amor del esposo hacia su esposa: "para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable" (Ef 5:26-27).  Esto es lo que Dios hará a través de nuestro matrimonio divino con Él, porque cuando Él regrese, la Iglesia regenerada y lavada le será presentada en perfección absoluta.  Este es el sello del romance de todas las épocas. 

       Mientras tanto, estas nupcias son una parábola de lo que debe ser el efecto que eleva del amor de un esposo hacia su esposa.  Él debe ser un hombre de la Palabra que vive en santidad, orando y sacrificándose por su esposa.  Su auténtica espiritualidad debe hacerla flotar hacia adelante y hacia arriba hacia la imagen de Cristo.  El hombre que santifica su esposa entiende que ésta es una responsabilidad divina que se nos ha ordenado.

       Hombre (olvidando momentáneamente la responsabilidad espiritual de nuestra esposa hacia nosotros), ¿te das cuenta que tu responsabilidad buscar la santificación de tu esposa?  Aún, más honestamente, ¿aceptas esta responsabilidad?  El matrimonio revelará algo de ella que tú ya sabes de ti mismo - que ella es una pecadora.  El matrimonio revela todo: su debilidad, sus peores inconsistencias, las cosas que otros no ven.  El amor a tu esposa no es como si ella fuera una santa, sino una pecadoraMason dice 'Si la amamos en su santidad, no la amamos en lo absoluto'.  Ves a tu esposa como a ti mismo.  Te das cuenta de su necesidad mutua, y te viertes en la Palabra de Dios, para escucharla con tu corazón, y por Su gracia, intentar vivirla de tal modo que ella se sienta alentada por tu vida - y así llegar a ser una novia aún más bella para Cristo.

       Esto nos orilla a hacer algunas preguntas difíciles: ¿Mi esposa se parece más a Cristo porque está casada conmigo?  O  ¿ella es como Cristo a pesar de cómo soy yo?  ¿Ha dejado de ser como Cristo por mí?  ¿La santificas o la detienes?  ¿Es ella una mejor mujer porque está casada conmigo?  ¿Es ella una mejor amiga?  ¿Es mejor madre?

       Hombres, nuestro llamado es claro: amor que santifica.
(37-38)

       Ya sea que celebres o no este 14 de febrero, sugiero que tomemos en cuenta estas preguntas: cuando estás molesto e irritado; cansado o presionado por tus responsabilidades en el trabajo; cuando no has dormido bien y quieres gritar.  ¿Es mi esposa más como Cristo por la forma en la que la trato?


       Es tan difícil nuestro llamado, pero esta dificultad no debe ser excusa para no intentemos - por la gracia de nuestro Padre - vivir de tal manera que nuestra esposa refleje cada vez más la imagen de Cristo.  Es un desafío que nos debe hacer sentir muy humildes y privilegiados.

       En el nombre de quien nos ama y santifica

Guillermo Bernáldez F.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario