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julio 04, 2012

La Semilla Cayó y Murió

       Saludos,


nuevamente en el ciber-espacio.  No había podido escribir porque nuestro proveedor de internet falló por varios días.  Pero aquí seguimos.  

       La publicación de esta semana la recibí de un amigo y me pareció excelente para compartir.  Es una historia real que se encuentra en el libro Fresh Power (Poder Fresco) de Jim Cymbala.  Al leerlo no pude evitar pensar en muchos amigos y conocidos que han atravesado o están atravesando momentos difíciles y dolorosos; experiencias que los alejan de Dios porque el dolor es profundo y prolongado.


       Esta historia nos muestra que los caminos de Dios son mucho muy distintos a los nuestros; tanto que muchas veces ni cuenta nos damos de la grandeza de sus planes por enfocarnos en nuestro entorno inmediato.  Con esto no quiero decir que el sufrimiento de cada persona debe ser minimizado, ignorado o descartado.  Debemos acompañarnos unos a otros en todo momento, y en especial durante momentos de crisis.  Lo que quiero sugerir es que en todo momento podemos tener la certeza de que Dios utiliza cada momento - difícil o alegre - para su gloria.  Que lo disfruten.      

        "En 1921, una pareja de misioneros llamados David y Svea Flood con su hijo de dos años fueron de Suecia al corazón de África  - que en ese entonces se llamaba el Congo Belga.  Ellos se encontraron con otra pareja joven, también de Escandinavia, los Erickson.  Entre los cuatro buscaron la dirección de Dios.  En esos días de mucha ternura, devoción y sacrificio, ellos creyeron que el Señor los enviaba a establecer la principal estación misionera en un área remota.  Ese fue un gran paso de fe.



        En la villa de N'dolera ellos se sintieron rechazados por el jefe, quien no les permitía entrar a su pueblo por temor de ahuyentar a sus dioses.  Las dos parejas decidieron vivir en una ladera a poco menos de un kilómetro para construir sus propias chozas de barro.  Ellos oraron por una apertura espiritual, pero nada pasó.  El único contacto que ellos tenían con los habitantes era un chico pequeño, a quien se le había permitido que les vendiera pollos y huevos dos veces por semana.  Svea Flood - una mujer pequeña, 1.40 mts de altura - decidió que si él era el único africano con quien ella podía hablar, ella trataría de llevar a este chico a Jesús. Y  de hecho, ella lo logró.  Pero no hubo ningún otro estímulo.

       Mientras tanto, la malaria continuó golpeando a diferentes miembros de la familia, uno tras otro.  En cierto tiempo los Erickson decidieron que habían sufrido lo suficiente y abandonaron la estación central para regresar a su tierra.  David y Svea Flood se mantuvieron cerca de N'dolera para continuar solos.  Entonces, en medio de todo, Svea quedó embarazada en medio de este desolado y primitivo lugar.  Cuando llegó el tiempo del alumbramiento, el jefe de la aldea se suavizó lo suficiente como para permitir que una partera le ayudara.  Nació una pequeña niña que fue llamada Aina.


       Sin embargo, el parto fue extenuante y Svea Flood estaba ya débil por luchar contra la malaria.  El proceso de alumbramiento le demandó mucha de su energía.  Svea logró vivir 17 días más.  Algo se quebró dentro de David Flood en ese momento.  El excavó una tumba tosca, sepultó a su esposa de 27 años, y entonces llevó a sus hijos  de regreso de la montaña a la estación de la misión.  Dando a su hija recién nacida a los Erickson, gruñó, 'Me regreso a Suecia.  He perdido a mi esposa y obviamente no puedo cuidar de esta niña.  Dios ha arruinado mi vida.'  Con eso, salió de la puerta, rechazando no solo su llamado, sino también a Dios.

       En menos de ocho meses los dos Erickson contrajeron una enfermedad misteriosa y los dos murieron con unos días de diferencia.  La nena fue entregada a unos misioneros americanos quienes ajustaron su nombre sueco a 'Aggie" y con el tiempo la llevaron a los Estados Unidos cuando ella tenía tres años.  Esta familia amó a la pequeña y temían que si ellos intentaban volver a África, algún obstáculo legal los pudiera separar de ella.  Así que decidieron quedarse en Estados Unidos y cambiar de un trabajo misionero a un ministerio pastoral.  Así fue como Aggie creció en Dakota del Sur.  

       En su juventud, ella asistió a la Universidad Bíblica del Centro Norte en Minneapolis donde ella conoció y se casó con un joven llamado Dewey Hurst.  Los años pasaron.  La nueva familia Hurst disfrutaba de un ministerio fructífero, y Aggie dio a luz a una hija y posteriormente a un hijo al tiempo que su esposo era nombrado presidente de una universidad cristiana en el área de Seattle.  Aggie estaba intrigada de encontrar tanta herencia escandinava en esa región.

       Un día apareció una revista religiosa sueca en su buzón.  Ella no tenía idea quién la había enviado, y por supuesto no podía leerla.  Pero al hojearla, una foto la detuvo totalmente.  Había una cruz blanca en un escenario primitivo - y en la cruz se leían las palabras SVEA FLOOD.  Aggie se subió a su auto y fue directo con un profesor de la universidad que, ella sabía, podía traducir el artículo.  '¿Qué dice?' preguntó ella.  El instructor  resumió la historia: Se trataba de dos misionero quienes habían ido a N'dolera hacía mucho tiempo... el nacimiento de una bebé blanca... la muerte de una madre joven... el niño africano que había aceptado a Jesús... y cómo, después de que los blancos se habían ido, el pequeño había crecido y logrado persuadir al jefe de la aldea para que le permitiera construir una escuela en la aldea.  El artículo describía cómo gradualmente él llevó a sus estudiantes a Jesús... los niños llevaron a sus padres a Jesús... hasta el jefe se había vuelto cristiano.  Hoy hay 600 creyentes cristianos en esa aldea...  Todo por el sacrificio de David y Svea Flood.

       Para el 25° aniversario de bodas de los Hurst, la universidad le obsequió a su director, Dewey, un viaje para la pareja a Suecia.  Ahí Aggie se dedicó a buscar a su verdadero padre.  David Flood, ahora un hombre viejo, se había vuelto a casar, había criado a cuatro hijos y en general había disipado su vida con alcohol.  Recientemente había sufrido un ataque.  Todavía amargado, él había dado una orden a su familia: 'Nunca mencionen el nombre de Dios - porque Dios me quitó todo.'

       Después de una reunión emocional con sus medios hermanos y media hermana, Aggie, dijo que quería ver a su padre.  Ellos dudaron.  'Puedes hablar con él' ellos dijeron, 'aunque él ya esté muy enfermo ahora.  Pero debes saber que cada vez que él escucha la palabra Dios, él se vuelve furioso.'  Eso no disuadió a Aggie.  Ella entró en el pequeño departamento, había botellas de alcohol por todos lados, y ella se acercó a al hombre de 73 años que estaba recostado en la arrugada cama.  '¿Papá?' dijo ella cautelosamente.  Él se volvió y comenzó a llorar.  'Aina,' dijo, 'nunca fue mi intención el entregarte a otras personas.'  'Está bien, papá,' ella contestó, abrazándolo tiernamente.  'Dios me cuidó.'

       El hombre se tensó.  Cesaron las lágrimas.  'Dios se olvidó a todos nosotros.  Nuestras vidas han sido como han sido por su culpa.'  Se volvió y miró a la pared.  Aggie acarició la cara de su padre y dijo sin titubear.  'Papá, tengo una pequeña historia que contarte, y es real.  No fuiste en vano a África.  Mamá no murió en vano.  El niño a quien guiaste a Jesús creció y ganó a toda la aldea para Jesús.  La semilla que plantaste creció y creció.  Hoy hay 600 personas sirviendo al Señor porque fuiste fiel al llamado de Dios en tu vida...  Papá, Jesús te ama.  Nunca te ha odiado.'

       El anciano se volvió y miró a su hija a los ojos.  Relajó su cuerpo y comenzó a hablar.  Al finalizar la tarde, él había vuelto al Dios que había resentido por tantas décadas.  Padre e hija disfrutaron juntos cálidamente los siguientes días.  Aggie y su esposo regresaron a Estados Unidos - y en las siguientes semanas, David Flood había ido a la eternidad.



       Unos años después, los Hurst estaban asistiendo a una conferencia de evangelismo de alto nivel en Londres, Inglaterra, cuando llegó un reporte de Zaire (anteriormente el Congo Belga).  El superintendente de la iglesia nacional, representante de unas 100,000 personas creyentes, habló elocuentemente del avance del evangelio en su país.  Aggie no pudo evitar preguntarle si alguna vez él había escuchado de David y Svea Flood.


     'Sí, señorita,' respondió el hombre en francés, mientras alguien traducía sus palabras.  'Svea fue quien me llevó a Jesús.  Yo era el niño que les llevaba comida a tus padres antes de que nacieras.  De hecho, la tumba de tu madre y su memoria son honradas por todos nosotros hasta hoy.'  Él la abrazó un largo rato entre sollozos.  Él continuó, 'Debes venir a África para ver, porque tu madre es la persona más famosa en nuestra historia.'


       Con el tiempo, Aggie Hurst y su esposo lo hicieron.  Ellos fueron recibidos por multitudes que aplaudían.  Ella llegó a conocer al hombre que había sido contratado por su padre hacía muchos años para llevarla cuesta abajo en un tipo de cuna-hamaca.  Pero el momento más dramático, por supuesto, fue cuando el pastor acompañó a Aggie a ver la cruz blanca que marcaba la tumba de su madre.  Ella se arrodilló y oró dando gracias.  Más tarde, ese día,  en la iglesia, el pastor leyó de Juan 12:24: 'Ciertamente les aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto.'  Prosiguió con el Salmo 126:5 'El que con lágrimas siembra, con regocijo cosecha."





       Espero que esta historia haya traído alivio a las personas que están sufriendo en estos momentos - o que lo traiga en momentos futuros.  No siempre va a ser fácil o inmediato el reconocerlo.  Para David Flood fueron décadas, y al final supo que Dios tenía un plan mucho más grande que lo que él jamás pudo haber imaginado.  Pero para Job fue diferente.  Él nunca llegó a saber las razones de su sufrimiento.  Sin embargo, podemos estar seguros de que Dios es fiel y su obra es maravillosa.  Él entreteje cada evento de nuestras vidas y las restaura.  Eso es algo en lo que podemos confiar.

       Confiando en la bondad de nuestro Padre

Guillermo Bernáldez F.

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