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mayo 25, 2012

Pecadores Consumados

        Saludos.

       No recuerdo cuándo fue la primera vez que escuché hablar a Steve Brown.  Solo sé que fue en el seminario y siempre tuvo una característica: enfatizar la gracia de Dios.  Su forma de hacernos entender la gracia en forma práctica me hacía reflexionar en las muchas veces que me había sentido culpable por no ser "tan bueno como la gente esperaba que fuera". 

       Sé que no soy el único que ha experimentado esta culpa y frustración.  La cultura de la iglesia ha hecho que muchas personas juzguen a otras.  Sabemos que esto no es una práctica que le agrada a Dios, de hecho la condena (Lc. 6:37).  Esta práctica - que es muy común y hasta se alienta en algunas congregaciones - nos roba la libertad.  En lugar de ver la iglesia como un grupo de personas que han sido perdonadas de sus pecados, la vemos como un lugar en donde se exponen las faltas de unos al tiempo de que se ocultan las propias.

       En su libro A Scandalous Freedom (Una Libertad Escandalosa), Steve afirma que lo que desalienta a muchas personas no seguidoras de Jesús no es que los cristianos pequemos, sino que pretendamos no hacerloSteve tiene razón.  Espero que lo disfruten:
 
       "Permíteme compartir contigo un gran principio bíblico y la única razón por la que he dejado de intentar ser mejor: La única gente que mejora son  las personas que saben que, si ellos nunca llegan a mejorar, Dios los va a seguir amando.  El corolario a ese principio es este: Dios no sólo te va a amar si no mejoras, él te enseñará que no se trata de mejorar.  Se trata de su amor. 

       Descubrirás que por el amor, bondad y presencia de Dios vas a mejorar. 


       En agosto 21 de 1544, Martín Lutero escribió una carta a Georg (Burkhardt) Spalatin, un hermano cristiano que trabajó con Lutero durante la Reforma.  Spalatin estaba sufriendo terriblemente como consecuencia del remordimiento por haber dado algún consejo falso.  Spalatin estaba devastado, se sentía culpable y deprimido.  Cuando Lutero supo de su condición, le escribió lo siguiente:

'Mi fiel petición y amonestación es que te unas a nuestra compañía y te asocies con nosotros, que somos reales, grandes y consumados pecadores.
De ninguna manera hagas que Cristo parezca  parcial e insignificante a nosotros, como si sólo pudiera ser nuestro Ayudador cuando necesitamos eliminar nuestros pecados imaginarios, nominales e infantiles.  ¡No, no!  Eso no sería bueno para nosotros.  
Él debe ser nuestro Salvador y Redentor de transgresiones e iniquidades reales, grandes, graves  y condenables, sí, de los mayores pecados y de los más escandalosos; para ser breve, de todos la suma de todos los pecados en un gran total.'

       ¿Con cuánta frecuencia nosotros los cristianos, no muy diferente al amigo de Lutero, desperdiciamos horas de remordimiento por nuestra falta de perfección o por pretender que tenemos más perfección de la que en realidad tenemos?

       Si eso fuera todo, sería neurótico.  Nuestra creencia sincera de que podemos ser mucho mejores de lo que en realidad somos es una de las razones por las que estamos tan atados.  Nuestra libertad ha sido quitada porque pensábamos que no podíamos ser libres a menos que fuéramos perfectos.


       La culpabilidad sólo tiene un propósito: llevarnos al trono de la gracia, donde permitimos que Dios, si así le place, cambiarnos y hacernos mejores.  Cuando permitimos que la culpa haga cualquier otra cosa, nos volvemos perfeccionistas - miserables, deshonestos, culpables, temerosos y solitarios. 

       Miserables por la desesperanza de la tarea.  Deshonestos porque no hay forma de que seamos tan perfectos como esperamos que otros crean que somos.  Culpables porque tenemos esta falsa creencia de que Dios, además de la justicia de Jesús que nos ha sido dada, espera la perfección.  Temerosos porque no queremos que otros sepan qué tan malos somos realmente.  Solitarios porque los perfeccionistas son difíciles de soportar...

       ... Hay algo de neurótico en los cristianos que pasan la mayor parte del tiempo tratando desesperadamente  de agradar a un Dios que ya está muy complacido.  Ellos no tienen libertad, y algunas veces ellos quitan la libertad a otras personas.

       El otro día noté que estoy comenzando a parecerme un poco a Jesús.  Estoy amando un poco más parecido a lo que él ama.  Me preocupo por las personas más como Jesús se preocupa por las personas.  Soy un poco más obediente, más en la forma en la que Jesús era obediente.  Pienso que soy un poco mejor.
       Pero ese no es el punto.  El punto es Jesús.

       Estoy volviéndome un poco mejor, pero no porque me esfuerce mucho en hacerlo.  Casi todas las cosas con algo de importancia (amor, felicidad, contentamiento) llegan cuando estoy buscando otra cosa.  Cuando deje de esforzarme tanto por ser mejor y miré a Jesús, fue entonces, casi sin darme cuenta, comencé a ser mejor.  Así que he decidido acercarme lo más que pueda a Jesús, quien siempre me amará aunque no logre ser mejor."
(68-71)


       El legalismo en muchas de nuestras iglesias nos ha hecho antipáticos y arrogantes.  Pensamos mejor que otras personas porque no hacemos "las cosas malas" que hacen otros.  Pero el evangelio no se trata de eso.  Se trata de Jesús hecho encarnado como un ser humano como tú y yo.  Se trata de su muerte en la cruz en lugar de la que tú y yo merecíamos.  Jesús no lo hizo para los que se portan bien, ni para los que tienen altos índices de moralidad. 

       Recordemos que él fue amigo y perdonó a los que la sociedad rechazaba: colectores de impuestos, prostitutas, ladrones, mujeres, leprosos, etc., y rechazó y condenó a los que tenían prácticas honrosas (los escribas y fariseos).  No los condenó por vivir honrosamente, sino porque lo que los motivaba a vivir así, era para después criticar y menospreciar a los que no lo hacían.

       Dios nos ama más de lo que podemos describir.  También odia el pecado más de lo que podemos imaginar.  Dios es más perfecto de lo que jamás podrá ser cualquier ser humano.  La gracia de Dios es lo que hace que él no vea nuestra imperfección ni pecaminosidad.  Si intentamos agregar buenas obras al sacrificio de Jesús, estamos quitándole valor a su muerte.  


       Jesús nos hizo libres.  Vivamos libremente, seamos la luz y la sal en el mundo - no seamos los jueces que condenan lo que otros hacen; de eso, se encargará Dios.

       En la libertad que nos ha sido dada

Guillermo Bernáldez

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