Saludos, hace unas semanas un amigo me dijo que parecía que mi autor favorito es Dietrich Bonhoeffer porque es uno de los más citados, si no es que el más citado. Creo que no es mi favorito, pero si uno de mis favoritos. Su vida y sus convicciones que lo llevaron a la muerte en la Alemania Nazi - aun cuando tuvo la posibilidad de escapar - es algo que no puedo pasar por alto tan fácilmente. Si le agregamos su amor por Dios, por su Palabra, por su Iglesia y la profundidad de sus escritos, hacen de Bonhoeffer alguien de quien quiero aprender.
La cita de hoy es de su libro The Cost of Discipleship (El costo del discipulado). El costo fue, para Bonhoeffer, su propia vida por ser parte de la Iglesia Confesante y por oponerse al gobierno de Hitler. Es decir, sus palabras no son solo palabras, sino que son coherentes con sus acciones.
Esta sección trata de la imagen que Dios creó en el ser humano: su propia imagen. Como es bien sabido, con la caída esta imagen se perdió - no en su totalidad, pero se perdió - o si se prefiere, se corrompió. A lo largo de la historia, hemos tratado de recuperarla y a veces olvidamos que no está en nosotros esta capacidad, sino en el Hijo de Dios, nuestro Señor Jesús. Puede que sea algo complejo así que sugiero que noten que Bonhoeffer hace una distinción entre dios y Dios. Que lo disfruten.
"En el principio del mundo, Dios creó a Adán a su propia imagen, como el climax de su creación. Él quería tener el gozo de ver su propio reflejo en Adán. 'Dios miró... y consideró que era muy bueno.' Dios se vio a sí mismo en Adán. Aquí, desde el principio, está la misteriosa paradoja del hombre. El hombre es una criatura, y está destinado a llevar la imagen de Dios no-creado. Adán es 'como Dios.' Su destino es llevar este misterio con gratitud y obediencia a su Hacedor. Pero la serpiente falsa persuadió a Adán de que él debía llegar a ser como Dios: él debe alcanzar esa semejanza decidiendo y actuando por sí mismo. A través de su decisión, Adán rechazó la gracia de Dios, eligiendo su propia acción. Adán quería descifrar por sí mismo el misterio de ser él mismo, hacer él mismo lo que Dios ya había hecho con él. Esa fue la caída del hombre. Adán llegó a ser 'como Dios' a su manera. Pero ahora que él se había hecho a sí mismo dios, ya no tenía Dios. Él gobernaba solitariamente como un dios-creador en un mundo sometido que había olvidado a Dios.
Pero el acertijo de la naturaleza humana seguía sin resolver. Con la pérdida de su naturaleza de semejanza a Dios que Dios le había dado, el hombre había perdido el destino de su ser, que era ser como Dios. En pocas palabras, el hombre había dejado de ser hombre. Él debía vivir sin la habilidad de vivir. Aquí yace la paradoja de la naturaleza humana y la fuente de toda su aflicción. Desde ese día, los hijos de Adán, en su orgullo han tratado de recuperar esa imagen con sus propios medios. Entre más serios y devotos son sus intentos de recuperar la imagen perdida y entre más orgulloso y convincente sea el resultado aparente, mayor es su contradicción a Dios. Su forma deformada, siguiendo el modelo del dios que ellos han inventado para ellos mismos, crece más y más como la imagen de Satán, aunque ellos no se den cuenta de ello. La imagen divina, que Dios en su gracia le había dado al ser humano, se ha perdido para siempre en esta tierra.
Pero Dios no se olvida de su criatura perdida. Él planea re-crear su imagen en el hombre, recuperar su primer deleite en su obra. Dios está buscando su propia imagen dentro del hombre para que pueda amarlo. Pero sólo hay una forma de alcanzar este propósito y éste es que Dios, únicamente por misericordia asuma la imagen y la forma del hombre caído. Ya que el hombre no puede ser como la imagen de Dios, Dios debe volverse la imagen del hombre. La restauración de la imagen divina no es parcial, sino de la totalidad de la naturaleza humana. No basta con que el hombre recupere las ideas correctas de Dios, o que obedezca su voluntad en acciones aisladas de su vida. No, el hombre debe ser re-moldeado como un todo viviente a la imagen de Dios. Todo él, cuerpo, alma y espíritu, deben portar esa imagen en la tierra. Ese es el propósito y destino de Dios para el hombre. Su deleite sólo puede descansar en su imagen perfecta.
...
Ya que el hombre no puede re-descubrir y asimilar la forma de Dios, la única forma es que Dios tome la forma de hombre y venga a él. El Hijo de Dios que habitaba en la forma de Dios el Padre, deja esa forma y viene al hombre en forma de esclavo (Fil 2:5 ss). El cambio de forma que no podía suceder en el hombre, ahora sucede en Dios. La imagen divina que ha existido desde la eternidad con Dios, asume la imagen del hombre caído y pecaminoso. Dios envía a su Hijo en la semejanza de la carne pecaminosa (Rom 8:2 ss).
Dios envía a su Hijo - aquí yace el único remedio. No es suficiente dar al hombre una nueva filosofía o una mejor religión. Un Hombre viene a los hombres... En las enseñanzas de Jesús y las acciones de Cristo, en su vida y muerte, se revela la imagen de Dios. En Él la imagen divina ha sido re-creada en la tierra."
(298-300)
¡Con cuánta frecuencia olvidamos que no somos capaces de reconciliarnos con nuestro Padre sino únicamente a través de su Hijo! Lo complicado no es recordar esta frase, sino encarnarla en nuestras vidas. El poder vivir continuamente conscientes de nuestra incapacidad y de nuestra dependencia en Dios. No es por nuestro esfuerzo, por mis buenas acciones, ni buenos motivos. Tampoco es por la iglesia con la que me congrego, ni por mi fidelidad al ofrendar.
Pero por favor no creas que estas acciones no tienen valor. Sí lo tienen, estas acciones sin duda tienen un valor, pero como respuesta de agradecimiento a lo que ya ha sido hecho por nosotros. No olvidemos el precio que Dios y Jesús pagaron para que hacernos capaces de recuperar su imagen: ¡la imagen de Dios!
Espero y oro porque podamos reconocer el amor de Dios en nuestra vida y nuestra dependencia absoluta para recuperar su imagen.
Guillermo Bernáldez
Saludos,
hace un par de días estuve trabajando algunas horas en la publicación del Pensamiento para la Semana. Cuando estaba a punto de publicar, me di cuenta que ya había citado la oración de conversión de Blaise Pascal hace un par de años. Así que la borré y en la providencia de Dios, un amigo me envió un pensamiento. Me pareció bastante bueno, y lo reproduzco incluyendo los comentarios de mi amigo Jeff Evans citando a Charles E. Hummel. Para que sea menos confuso - al menos eso espero - las palabras de Jeff están en color café y las de Hummel en azul.
El pensamiento de esta semana es de un librito llamado The Tyranny of the Urgent (La Tiranía de lo Urgente) de Charles E. Hummel. Habla principalmente a la mayoría que vive en Estados Unidos y Europa, aunque la extensión de la mentalidad del - "debo mantenerme ocupado, debo ser productivo y siempre tener más metas para tener un verdadero sentido en mi vida" - se ha extendido lejos de las fronteras de estas dos áreas infectando lugares que solían ser más relacionales y relajados en la forma de ver la vida.
Esta persuasión casi universal en Occidente - que estar ocupado o siempre estar apurado da más significado a nuestras vidas - de hecho nos roba cosas más importantes en la vida, tales como la profundidad, la satisfacción, de relacionarnos con Dios y con otros. Después de todo, ¿cómo podemos relacionarnos con Dios o con otros de no ser de una manera superficial si nunca nos detenemos lo suficiente para poner de lado la tiranía de la siguiente tarea o cita urgente, en lugar de enfocarnos en la persona frente a nosotros, escuchar atentamente a lo que están tratando de decir, y entonces compartir (con un corazón comprometido) con ellos?
Enviar apresuradamente un texto, o un "tweet" mientras corremos a nuestra siguiente cita, puede hacer que nos sintamos conectados superficialmente, pero no nos dará el grado de intimidad que nuestro corazón desea. Las interacciones superficiales llevan a relaciones superficiales, y las relaciones superficiales llevan a una vida superficial - lo cual no es lo que Dios quiere para nadie.
Para evitar la trampa de la actividad sin fin, y logramos liberarnos de la adicción de la adrenalina que nos mantiene atrapados en ese ritmo acelerado, es necesario que hagamos una re-evaluación honesta de lo que es importante (a la luz de lo eterno) ¡y una reorientación contra-cultural de nuestras prioridades y calendarios! En este sentido el señor Hummel nos ofrece un buen consejo. Disfrútenlo.
"¿Alguna vez has deseado tener un día de 30 horas? Seguramente este tiempo extra aliviaría la tremenda presión bajo la que muchos de nosotros vivimos. Nuestras vidas dejan una estela de tareas sin terminar. Cartas sin escribir, amigos sin visitar, y libros sin leer que nos persiguen en nuestros momentos más tranquilos cuando nos detenemos a evaluar lo que hemos logrado. Necesitamos alivio desesperadamente. Pero, ¿tener un día más largo resolvería verdaderamente el problema?...
Cuando nos detenemos lo suficiente para pensarlo, nos damos cuenta que nuestro dilema es más profundo que la mera carencia de tiempo. Básicamente es un problema de prioridades... Como alguna vez me dijera un experimentado gerente de una fábrica, 'El peligro más grande para ti es permitir que lo urgente desplace a lo importante.' Él no supo qué tan profundamente me impactó su consejo. Con frecuencia ha vuelto a mi mente y me asecha y me hace preguntas al crítico problema de las prioridades...
P. T. Forsyth dijo una vez: 'El peor pecado es la falta de oración.' ¿Nos sorprende esta afirmación? Con frecuencia pensamos que el asesinato y el adulterio se encuentran entre las peores ofensas contra Dios y la humanidad. Pero la raíz de todo el pecado es la auto-suficiencia, o independencia de la ley de Dios. Cuando no esperamos en oración por la guía y la fortaleza de Dios, nuestras acciones están diciendo, si no es que nuestras mismas palabras, que no necesitamos a Dios. ¿Cuánto de nuestro servicio lo hacemos de hecho con nuestro propio esfuerzo?
Lo opuesto a esa independencia es la oración en la que reconocemos nuestra necesidad de la guía y el poder de Dios. Al respecto hemos visto el ejemplo establecido por Jesús en los evangelios. Él vivió y sirvió en completa dependencia de su Padre. Contrario a las creencias populares, dicha dependencia no limita o reprime la personalidad humana. Nunca somos tan completamente personales - libres para ser verdaderamente nosotros mismos - como cuando estamos viviendo en completa dependencia de Dios."
¿Te has detenido para distinguir entre lo urgente y lo importante y hacer de lo importante una prioridad? ¿Haces lo que te urge cuando deberías estar haciendo lo que es primordial y crucial? Nunca olvidaré las famosas palabras de Martín Lutero el día que estaba sumido en tareas y obligaciones: "Tengo tanto que hacer el día de hoy," dijo Lutero, "que necesito pasar las primeras tres horas del día en oración." ¡Qué consejo para el sabio! Con cuánta frecuencia tendemos a usar una tarea urgente o un itinerario sobrecargado como una razón para omitir nuestro tiempo de oración, mientras que Lutero lo usaba como un recordatorio de su necesidad de orar, y hasta más de lo que hacía normalmente. Probablemente esa es la causa por la que tendemos a olvidar el origen de nuestra fortaleza. Muchas personas con las que he hablado han confundido la descarga de adrenalina de la actividad y el sentimiento que la acompaña del 'placer de lograr algo' con el poder de Dios y la fortaleza que Él da - hasta el momento en que se quiebran. Haríamos bien al recordar que la fortaleza y enfoque continuo así como la perspectiva correcta en la vida vienen del tiempo que pasemos en su presencia. La comunión con Dios sostiene el alma y levanta el espíritu cansado. La devoción es más importante que la productividad. Dios está mucho más interesado en aquél quien llega a ser, que en aquél que alcanza sus metas. Que estar quietos y reconocer que Él es Dios es mucho más benéfico al alma, que simplemente estar ocupado.
Después de todo, como dicen las Escrituras, "el gozo del Señor es nuestra fortaleza" -- un gozo transmitido a nosotros (que nos renueva y nos sostiene) al pasar tiempo en la presencia de Aquél que nos ama y se deleita en nosotros -- aún cuando no estamos haciendo, corriendo, alcanzando o completando algo.
¿Estás ocupado? Quizá sea tiempo de pasar las siguientes tres horas en oración.
No tengo nada que agregar a lo que escribe Jeff,
Guillermo Bernáldez
Saludos,
ahora desde México después de una desgastadora mudanza. Pero feliz de poder compartir con ustedes un pensamiento para meditar esta semana.
El autor para esta semana es Andrew Murray y el libro es simple y sencillamente Humility (Humildad). Murray nació en Sudáfrica en 1828 y es conocido por su labor pastoral y por sus meditaciones y devocionales. Éste en particular es un librito de poco más de 100 páginas con una profundidad notable. La cita es la introducción al libro. Es posible que la lectura no sea tan fácil porque traté de respetar el estilo con que escribió Murray hace casi dos siglos. Pero creo que vale la pena el esfuerzo.
El tema en sí es bastante contra-cultural. En este tiempo en donde el YO es lo más importante en la vida de cada persona, hablar de humildad y servicio no nos parece atractivo. Aun como cristianos con frecuencia dejamos que nuestro orgullo nos controle y sea piedra de tropiezo. Nuestro orgullo se fundamenta en nuestros preparación, familia, posición social, y hasta en acciones que son marcas de un buen seguidor de Jesús, pero que las hacemos públicas para que la gente nos mire: cuánto oramos, cuan fieles somos al ofrendar y diezmar, la puntualidad en las actividades de la iglesia, etc. En ningún momento quiero desalentar a las personas que hacen estas cosas para que dejen de hacerlas, ¡no! Son buenas, pero no son para nuestra gloria, sino para la gloria de nuestro Padre. Espero que lo disfruten.
"Existen tres grandes motivos que nos motivan a la humildad. Ella me fortalece como hombre, como pecador y como santo. Vemos el primer motivo en las huestes celestiales, en el hombre no caído, en Jesús como el Hijo del Hombre. El segundo motivo nos llama en nuestro estado caído, y señala el único camino a través del cual podemos regresar al lugar al que pertenecemos como hombres. En l tercer motivo nos encontramos con el misterio de la gracia, la cual nos enseña que, al extraviarnos en la asombrosa grandeza del amor redentor, la humildad se vuelve en nosotros la consumación de la bendición y adoración eterna.
En nuestra típica enseñanza cristiana, se ha enfatizado exclusivamente el segundo aspecto, el del hombre como pecador. Algunos han llegado al extremo de decir que debemos seguir pecando si en verdad queremos permanecer humildes. Otros han pensado que el secreto de la humildad es la fuerza de la auto-condenación. Y la vida cristiana ha perdido, porque los creyentes no han sido distintivamente guiados para ver que nada es más natural, hermoso y bendecido que ser nada para que Dios sea todo. No se ha aclarado que no es el pecado lo que nos hace humildes, sino la gracia. El alma toma verdaderamente su posición más baja ante Dios, cuando es guiada a través de su pecaminosidad y se ocupa de Dios en su maravillosa gloria como Dios, como Creador y Redentor.
... he decidido, por más de una razón, enfocarme casi exclusivamente a la humildad que se vuelve en nosotros como hombres. No solo porque la conexión entre la humildad y el pecado ya ha sido abundantemente enseñada, sino porque creo que para la plenitud de la vida cristiana, es indispensable que se dé prominencia al otro aspecto. Si en realidad Jesús es nuestro ejemplo en su humildad, debemos entender los principios en los que tiene sus raíces. Necesitamos encontrar el terreno común en el que nos encontramos con Él, y en el que nuestra semejanza con Él debe ser alcanzada. Si en verdad debemos ser humildes, no sólo ante Dios sino también hacia los hombres - si la humildad debe ser nuestro gozo - debemos ver que la humildad no sólo es la marca de vergüenza por causa del pecado. También debe entenderse que aparte de todo el pecado, la humildad está cubierta con la misma belleza y bendición del cielo y de Jesús.
Veremos que igual que Jesús encontró su gloria al tomar la forma de siervo, también nos dijo, 'El más importante entre ustedes será siervo de los demás' (Mateo 23:11). Él simplemente nos enseñó la bendita verdad de que no hay nada tan divino y celestial como ser el siervo y ayudante de todos. El siervo fiel que reconoce su posición disfruta al proveer las necesidades de su señor o de sus huéspedes. Cuando vemos que la humildad es algo infinitamente más profundo que el arrepentimiento, y lo aceptamos como nuestra participación en la vida de Jesús, comenzaremos a aprender que esa es nuestra verdadera nobleza. Empezaremos a entender que ser siervos de todos es la meta más elevada de nuestro destino, como personas creadas a la imagen de Dios.
Cuando reviso mi propia experiencia religiosa, o a la Iglesia de Cristo en el mundo, me quedo maravillado de qué tan poca humildad se observa como la característica distintiva del discipulado de Jesús... la humildad no se estima como una virtud cardinal. No se le considera la única raíz de donde todas las gracias pueden crecer, y la única condición indispensable para la verdadera comunión con Jesús. La acusación hacia aquellos que buscando una santidad más elevada no lo han hecho siempre con humildad es un llamado para todos los cristianos sinceros a probar que la mansedumbre y la pobreza de corazón son las marcas principales por las que ellos siguen al manso y humilde Cordero de Dios."
(5-8)
Cuando leí estas palabras no pude evitar verme a mí mismo y a los motivos que están detrás de muchas de mis acciones; a mi deseo de tener la razón; a mi hambre de reconocimiento. Noté que me falta humildad. Mi naturaleza responde instintivamente exaltando mi Ego - mi Yo.
Me sorprendió mucho ver que Murray describe la humildad como algo en lo que nos gozamos, porque eso nos hace más parecidos a Jesús mismo - el ejemplo perfecto de la humildad y el amor. Mi oración es que los seguidores de Jesús podamos ser reconocidos por nuestra humildad genuina y nuestro sincero deseo de servir.
Guillermo Bernáldez