hace unas semanas cité del libro de Dan Allender "Cómo los hijos crían a los padres". Me pareció en un principio que, si bien era un tema pertinente, también tenía limitaciones en cuanto a los lectores que lo pudieran hacer propio. Pensé que no iba a citar de este libro, pero llegando al final me topé con estas líneas que me hicieron cambiar de opinión.
Una de las razones más poderosas que me movió a cambiar de opinión es la certeza de que la sociedad en la que vivimos se ha hecho insensible al error de uno mismo. Esto no es nuevo, lo heredamos de Adán y Eva y lo hemos ido perfeccionando. Lo hemos perfeccionado porque al menos ellos sintieron vergüenza y lo reconocieron. Pero ya no estamos acostumbrados a pedir que se nos perdone.
Una simple mirada a los medios nos da muestra de esto. Los políticos, en su inmensa mayoría, por un lado jamás se arrepienten de una mala decisión. Los deportistas también hacen lo mismo. Probablemente podemos llevar esto hasta muchas congregaciones sin alguna diferencia notable. De hecho, en algunos casos se ha desvirtuado tanto que las personas que comenten pecados visibles son "obligadas" a confesarlas delante de la congregación, tal como lo hizo la inquisición hace cientos de años. Pero la confesión de pecados y el pedir perdón por ello debe nacer de un corazón arrepentido y no de una obligación.
Pero nosotros no somos tan distintos. Por la noche nos acostamos y si pedimos perdón es una petición muy genérica: "perdona mis pecados", como si yo mismo no supiera qué pecados y ofensas cometí contra Dios y contra otras personas durante el día; eso en el mejor de los casos.
El cambio no lo debemos esperar ni de los políticos, ni de los deportistas, los artistas, los maestros de escuela - aunque sería deseable que dieran un buen ejemplo. El cambio debe comenzar en el hogar con padres y madres que reconozcan que a veces no hacemos lo que correcto o con los motivos más puros. Que lo disfruten.
"Un padre guía cuando es un modelo de la realidad de la independencia y la intimidad. Para eso hace falta valor y exponerse al riesgo de la soledad y el fracaso. Los líderes deben aceptar el fracaso personal y luego arrepentirse. El arrepentimiento significa humillarse uno mismo ante la acción ejecutada o no ejecutada y vivir a la luz de lo que debe ser. El arrepentimiento es vivir la verdad... El arrepentimiento nos envía de vuelta a los brazos que nos esperan de nuestro Padre; por lo tanto, el verdadero arrepentimiento es precursor de la redención....
Por lo tanto, el liderazgo en cualquier emprendimiento requiere que corramos el riesgo de hacer una decisión y un compromiso osado que invite al fracaso. Una vez que se adopta esta dinámica, entonces un verdadero líder acepta el resultado que le gusta con el que no le gusta. Este tipo de líder se regocija con lo bueno y no acepta negar lo malo. Un líder no vive de éxitos, sino de la certeza de que va a fallar,... Hace esto con la certeza de que, a pesar del pecado, la gracia abunda, y tenemos el llamado a maravillarnos en un Dios de gracia. Tal actitud de maravillarnos nos lleva a una gratitud que va hasta la médula de nuestros huesos.
La gratitud es la precursora de la creatividad. Mientras más libertad experimente cuando fracaso, más dispuesto voy a estar a usar los pedazos rotos de mi último intento como el material básico para la nueva obra de arte de hoy. Ésta es la línea divisoria entre la crianza de los hijos en forma rígida y legalista, y la forma de criarlos llena de gracia y generosidad. Mientras más ponemos nuestra meta en ser padres perfectos, no sólo vamos a fracasar más, sino que fracasaremos con rigidez, enojo y culpa. Llegaremos a odiar en secreto a nuestros hijos puesto que su presencia en nuestras vidas es la ocasión de que nos percibamos como nuestros mayores fracasos.
Por otro lado, el padre pródigo y humilde sabe que no puede hacer las cosas bien. Reconoce que sus fracasos le enseñan mucho más de lo que jamás le enseñarán sus éxitos. Mis fracasos invitan a la gracia, la gratitud y aun más a la creatividad. El verdadero liderazgo se mueve de la gratitud a la nueva creación. Debo crear de nuevo con mis hijos, en especial cuando enfrento mi fracaso.
Nuestra naturaleza humana está irremediablemente caída y por lo tanto vamos a caer y ofender a Dios y a otras personas. Negarlo es ingenuo, inútil y nadie lo cree. Si eres padre, da este ejemplo de vulnerabilidad a tu familia - hijos y pareja. Si no lo eres, da este buen ejemplo con las personas que te rodean.
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