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mayo 12, 2010

Una Labor de todos los Días


Buen día,

Espero que se encuentren bien. El pensamiento de esta semana es de John Owen (1616-1683), quien fue un pastor reformado en Inglaterra. Comencé la lectura de su libro The Mortification of Sin (La Mortificación del Pecado) por varias razones, pero una es porque reconozco que mi vida no es tan disciplinada en cuanto a estar alerta para luchar contra el pecado, en especial con los muchas formas de pecado que han sido asimiladas en la iglesia: avaricia, celos, malos pensamientos, rencor, etc.

Admito que cuando lo comencé a leer, pensé que me iba a ser algo tedioso por ser un libro tan antiguo. Sin embargo desde las primeras páginas es un libro que atrapa la atención y sorprende por la actualidad de su mensaje. El prefacio comienza con las siguientes palabras: "La razón principal es la dificultad obvia que la mayoría de los cristianos tienen al tratar con las tentaciones que los rodean. Ellas surgen en gran medida del hecho de que en este tiempo ellos simultaneamente están en paz con el mundo y divididos entre ellos mismos."

Owen, en su libro enfatiza la gracia de Dios. Sin ella combatiremos el pecado con nuestras propias fuerzas y lo único que ganaremos es auto-justificación, superstición y ansiedad. La cita es del segundo capítulo en el que Owen da seis razones por las que es importante que mortifiquemos nuestra naturaleza pecaminosa. En esta oportunidad solo presento la primera (y estoy tentado a escribir una cada semana hasta presentar las seis).

Que lo disfruten y lo encuentren desafiante y constructivo.

Nota: RV60 (Reina-Valera 1960), NVI (Nueva Versión Internacional).
"El pecado que habita, siempre permanece mientras estemos en el mundo; por lo tanto, siempre existe la necesidad de que éste sea mortificado.

Algunos han creído errónea e ingenuamente que somos capaces de mantener los mandamientos de Dios perfectamente en esta vida y están perfectamente muertos en pecado. Ellos han inventado una nueva justicia que no es la del evangelio a través de su desconocimiento de la verdadera vida en Cristo y su poder en los creyentes. Ellos se han envanecido en sus mentes carnales. El pecado continúa morando en cierta medida y diferentes grados en la vida de los creyentes. No deberíamos hablar como si ya hubiéramos alcanzado, o ya fuésemos perfectos (Fil 3.12). Nuestro 'interior no obstante se renueva de día en día' (2Co 4:16, RV60) mientras estemos vivos; y de acuerdo a las renovaciones de lo nuevo son las infracciones y las decadencias de lo viejo. Mientras estemos aquí conocemos en parte (1Co 13:12). Permanece una oscuridad que debe ser gradualmente removida por nuestro crecimiento en el conocimiento de nuestro Señor Jesús Cristo (1Pe 3:18); y 'el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis' (Gal 5:17, RV60). Por lo tanto somos deficientes en nuestra obediencia como también en nuestra luz (1Ju 1:8). Tenemos un 'cuerpo mortal' (Rom 7:24, NVI); del cual no somos liberados sino por la muerte de nuestros cuerpos (Fil 3:21). Es nuestro deber el mortificar, el matar al pecado mientras se encuentre en nosotros. Debemos trabajar en esto. Aquél que se le encarga matar al enemigo, sólo ha hecho la mitad de su trabajo si se retira antes de que el enemigo esté muerto (Gal 6:9; Heb 12:1; 2Co 7:1).
6-7


Hablar de mortificación es sin duda algo no popular. De hecho imagino que muchos nunca han oído del tema y si lo han hecho lo relacionan con prácticas antiguas y obsoletas. Pero no debería ser así porque como dice el mismo Owen: "Hazlo mientras vivas; no tomes un día de descanso; siempre está matando al pecado porque si no él te estará matando a tí." Es nuestra responsabilidad y es para vida... o para muerte. Recordemos que en todo esto somos más que vencedores en Jesús Cristo.

GB

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