Saludos
Después
de haber tomado unas semanas de reflexión durante la Semana Santa, estamos de vuelta
y hoy voy a presentar una cita de Sinclair
Ferguson en su libro The
Whole of Christ (Todo Cristo). Es un libro muy interesante acerca de la seguridad
de la salvación.
El
texto de hoy tiene que ver con las dificultades y tribulaciones que uno tiene
en la vida. Es importante que, como
cristianos tengamos una interpretación de lo que pasa. Aunque no usamos la palabra karma,
muchas veces parece que es lo que creemos: peco, me va mal; no peco, recibo bendición. Es cierto que Dios no deja impune el pecado,
pero los que somos sus hijos, somos amados por el Padre y Él tiene propósitos más
elevados. Personalmente, me ha sido muy
útil poder entender cómo Dios actúa en medio del dolor que, a veces, experimento. Ferguson argumenta que el dolor no debe generar dudas con respecto al amor de Dios. Espero
que
lo disfruten
y los
conforte
.
La falta de seguridad también puede estar relacionada a un mal
entendimiento de la función del sufrimiento en la vida cristiana. Como dijera William Cooper, ‘La providencia frunce el ceño. Vemos únicamente las nubes que tanto tememos
y respondemos juzgando al Señor con nuestros débiles sentidos.’ No es una reacción extraña entre cristianos
contemporáneos que encuentran dificultades e inmediatamente concluyen que han
caído en desaprobación divina. Siempre
debemos tener el remedio al alcance de la mano.
Nosotros no somos los mejores intérpretes de la divina providencia;
tampoco lo es la convicción del amor del Padre hacia nosotros cuando se funda
en la forma de su providencia hacia nosotros.
El error fatal es aquí, el basar nuestra confianza de la gracia y la
salvación en el hecho de que ‘Dios está
bendiciendo mi vida.’ Cuando hacemos
esto, no tenemos un ancla cuando la vida se vuelve amarga. ¡No! Dios nos ancla en Él mismo en Cristo. Él ha demostrado su amor por nosotros de
forma específica en la cruz. 'Pero Dios demuestra su amor por nosotros
en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.' (Rm 5:8).
Nunca debemos
permitir que nuestros ojos se alejen del Cristo crucificado, resucitado,
ascendido y reinando; tampoco debemos ver la providencia de Dios sino sólo a través
de la cruz. Además, es útil para
nosotros entender que la aflicción puede tener varias funciones distintas en la
vida cristiana.
1.
Las aflicciones pueden tener una
función correctiva. “Antes de sufrir
anduve descarriado, pero ahora obedezco tu palabra.” (Sal 119:67); “Me hizo bien haber sido afligido, porque así
llegué a conocer tus decretos.” (Sal 119:71). Perseguidos por el dolor y pena, regresamos como
el hijo pródigo, a los brazos llenos de amor de nuestro Padre que nos
espera. 'Sí', escribe Samuel Rutherford,
‘cuando Cristo, con amor nos da una palmada, es bueno para el alma.
2.
Las aflicciones pueden ser productivas
para el carácter. “El sufrimiento
produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de
carácter, esperanza.” (Rm 5:3-4), dice Pablo.
Muchos de nosotros pensamos que somos relativamente pacientes. Sin embargo, es una ley de la vida que la
paciencia puede ser manifestada, ejercitada y fortalecida sólo en
circunstancias que pueden crear impaciencia.
Así, las aflicciones se vuelven una inversión divina en nosotros pues
producen carácter.

3.
Las aflicciones también generan el
contexto en el que nuestro Señor revela su gracia y su gloria a nosotros, en
nosotros y a través de nosotros. Estas
tres dimensiones son importantes. De
esta manera, la “espina en el cuerpo de Pablo” (2Co 12:7), es la arena en donde él descubrió
la suficiencia de la gracia y la fuerza de Jesús perfeccionándose en su
debilidad. Era en su debilidad en la que
el poder en su ministerio era, evidentemente de Dios y no el propio. Y fue a través del consuelo en sus
aflicciones, que encontró en Dios, la que le hizo ver que él podía consolar a
otros. Además, si hubiera preguntado,
‘Señor, ¿por qué me están pasando estas cosas a mí?’ La respuesta principal no hubiera estado en
Pablo sino en otros. ‘Pues a nosotros,
los que vivimos, siempre se nos entrega a la muerte por causa de Jesús, para
que también su vida se manifieste en nuestro cuerpo mortal. Así que la muerte actúa en nosotros, y en
ustedes la vida.’ (2Co 4:11-12).
4.
Por último, las aflicciones nos hacen
desear y nos preparan para la gloria.
Únicamente cuando tenemos una idea de la realidad de esa gloria eterna,
podemos entender nuestras aflicciones como ‘ligeras y temporales’ (1Pe 1:6).

Lo primordial es
que entendamos que estas aflicciones están controladas por la mano de nuestro
Padre soberano, de otra manera, no las vemos en su verdadera perspectiva y
nuestra certeza del amor de Dios por nosotros se hundirá bajo ellas. Esto es lo que le sucedió al autor del Salmo
102. En su aflicción, él pensó ‘me has
levantado y me has arrojado.’ Fue en
esta luz falsa con la que interpretó su enfermedad, su sentido de aislamiento y
desolación y sus circunstancias difíciles como evidencias de que Dios se había
deshecho cruelmente de él. Sólo cuando
su mirada nuevamente se fijó en quién es verdaderamente Dios, que comenzó a
recuperar su seguridad del propósito soberano de Dios y su fidelidad. Fue entonces que su certeza revivió hasta el
punto en que, comenzó a mirar las bendiciones futuras, así como las
presentes. El axioma aquí es el de
Hebreos 12:5-6, citando Proverbios 3:11-12, ‘Hijo
mío, no desprecies la disciplina del SEÑOR, ni te ofendas por sus
reprensiones. Porque el SEÑOR disciplina
a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido.’
¡Qué alivio es saber que Dios no
está enojado conmigo o ha dejado de amarme, sino que quiere perfeccionarme y
mostrarme cuánto puedo depender de Él!
Evitar el dolor es imposible en
este mundo caído, por eso una comprensión bíblica del dolor es un bálsamo
refrescante. Honestamente, no me gusta
sufrir, pero cuando la tribulación llega, puedo enfrentarlo con fe y me anima
saber que Dios está haciendo algo en mi vida. Espero que puedas experimentar lo mismo.
En el amor del Padre
Guillermo Bernáldez Flores
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