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abril 06, 2016

La Biblia y los derechos humanos




     Saludos, 

seguramente estamos al tanto de la situación de los refugiados en Europa.  También de asesinatos, abusos, violaciones, etc.  Con frecuencia, los cristianos tendemos a abstraernos y enfocarnos en cosas más espirituales.  John Stott, en su libro Human Rights & Human Wrongs (Derechos humanos y errores humanos), habla de este tema que puede prestarse a fuertes debates.

     El texto de hoy es difícil porque colocar la otra mejilla va contra nuestra naturaleza, pero es lo que Jesús nos enseñó y espera de nosotros.  Pero presento el texto y espero que lo disfruten. 

     Stott analiza estos temas mostrando que los extremos de la negligencia y los activismos sin la confrontación del pecado, no son alternativas para el cristiano.  Al mismo tiempo, muestra que la Dios se preocupa por estos temas al mencionarlos con frecuencia en la Biblia. 

     "La Biblia dice mucho acerca de defender los derechos de otras personas, pero poco acerca de defender los nuestros.  Por el contrario, cuando menciona los nuestros, enfatiza nuestras responsabilidades, no nuestros derechos.  ¡Tenemos que amar a Dios y amar a nuestros vecinos!  Estos mandamientos primarios resumen todo nuestro deber; porque 'De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas' (Mt 22:40).  De hecho, lo que la Biblia contiene, como escribió el Dr. Christopher Wright, es una 'Declaración Universal de Responsabilidades Humanas' (especialmente en términos de amar a Dios y al prójimo), no de derechos humanos.   De hecho, la Biblia va más allá y los une.  Enfatiza que nuestra responsabilidad es asegurar los derechos de las otras personas.  Hasta, debemos abandonar nuestros propios derechos para lograrlo. 

     El ejemplo supremo de este abandono responsable de derechos es Jesús.  Aunque eternamente 'quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse.  Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos' (Fil 2:6-7).  A lo largo de su vida fue víctima de abusos de derechos humanos.  Él fue un refugiado en Egipto cuando era bebé, un profeta sin honor en su propia tierra, y el Mesías rechazado por el establecimiento religioso de su propio pueblo, al cual había ido.  Se volvió un prisionero de la consciencia, negándose a comprometer su obra para asegurar su libertad.  Fue acusado falsamente, condenado injustamente, torturado brutalmente, y finalmente crucificado.  Y, a través de su sufrimiento, él no se defendió o demandó sus derechos, para que con su sacrificio pudiera servirnos a nosotros.

     Pablo nos exhortó para que tuviéramos la mente de Cristo.  Y Pablo practicó lo que predicaba.  Él tenía derechos como apóstol (a casarse y a recibir apoyo económico).  Pero renunció a ellos por amor al evangelio, para volverse esclavo de todos y de esta manera, ser siervo de los derechos de los otros (ver, por ejemplo, 1Co 9).


     Renunciar a los derechos, aunque parezca no natural e idealista, es una característica esencial de la nueva sociedad de Dios.  En el mundo, la gente afirma sus propios derechos y ejerce autoridad. 'Que no sea así con ustedes', dijo Jesús.  Por el contrario, en su comunidad, aquellos que aspiraban a grandeza, debían volverse siervos, el líder en esclavo, el primero en último.  Porque el amor 'no busca lo suyo', escribió Pablo.  Esta postura fundamental, enseñada por Jesús, tiene aplicación en todas las circunstancias.  Por ejemplo, los cristianos no deberían enjuiciarse mutuamente, especialmente en una corte no creyente.  El litigio entre cristianos era un escándalo en Corinto, y todavía lo es en India, Sri Lanka, Pakistán y otros lugares.  En última instancia, los cristianos deberían arreglar sus problemas entre ellos mismos.  Mejor todavía, ¿por qué no ser el agraviado?  ¿Por qué no ser el engañado?  ¿No es lo que enseñó Jesús?  Otra aplicación fue para los cristianos del primer siglo que tenían amos crueles.  ¿Si los golpeaban injustamente?  Ellos debían soportarlo pacientemente, siguiendo los pasos de Jesús, quien no se vengó, sino que confió su causa al justo Juez de todos.  Este último punto, de la no venganza de Jesús, estaba acompañado de una entrega de sí mismo a Dios, es una buena adición. Renunciar a los derechos no es ceder a los abusos.  La razón por la que nosotros no juzgamos es porque esa es una prerrogativa de Dios, no de nosotros (Rm 12:19).  Además, Jesús viene una vez más, entonces todo el mal será juzgado, y la justicia será finalmente vindicada en público.

     Ésta es entonces, una perspectiva cristiana de los derechos humanos.  Primero, afirmamos la dignidad humana.  Porque estamos hechos a la imagen de Dios para conocerlo, servir a otros, y ser mayordomos de la tierra, por lo tanto, las personas deben ser respetadas.  Segundo, afirmamos la igualdad humana.  Porque todos los seres humanos han sido creados según la imagen del mismo Creador, por lo tanto, no debemos ser serviles a unos y despreciar a otros, sino tratar a todos con imparcialidad.  Tercero, afirmamos la responsabilidad humana.  Porque Dios nos ha dicho que amemos y sirvamos a nuestros prójimos.  Así es que debemos luchar por sus derechos al tiempo que renunciamos a los nuestros para poder lograrlo."
pp. 176-177

     Sin duda un texto que nos lleva a la reflexión profunda y también nos confronta con nuestro ego.  Pero creo que es necesario porque nuestro testimonio es necesario en medio de una sociedad individualista e indiferente.

     Tener la capacidad de amar a Dios (lo cual decimos que hacemos) y a nuestro prójimo (que también decimos hacer), debe llevarnos a mostrarlo más allá de las palabras.  Requiere sacrificios, y tengo que reconocer que no siempre estoy dispuesto a hacerlo, por lo que tengo que reconocer que la presencia del Espíritu Santo es la que nos capacita para marcar la diferencia. 



     Espero que podamos ser sal y luz en este mundo desabrido y oscuro, porque la presencia de Dios es real en cada uno de sus hijos e hijas.

Guillermo Bernáldez F.

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