el pensamiento del día de hoy es de Bryan Chapell, profesor de teología práctica en el Covenant Theological Seminay (Seminario Teológico Pacto) en uno de los predicadores reformados más destacados de nuestro tiempo.
En su libro Holiness by Grace (Santidad por gracia), Chapell toca un punto muy importante que debemos tomar en cuenta todos los que creemos y proclamamos que la salvación es únicamente porque Dios nos ama y no porque seamos buenos o merezcamos su amor. Esto es cierto, es lo que enseña la Biblia, sin embargo - escribe Chapell, acertadamente - esto no quiere decir que a Dios no le importe nuestro comportamiento.
Es un poco largo, pero espero que tomes el tiempo para leerlo y digerirlo; también espero que lo disfrutes.
"En décadas recientes han surgido en el mundo evangélico un buen número de movimientos maravillosos que enfatizan la gracia...
Sin duda hay un despertar de la gracia, pero el nuevo énfasis viene con una variedad de acentos, desafíos y preocupaciones. Existe preocupación frecuente y aguda porque este nuevo énfasis resulte en antinomianismo (indiferencia a la ley de Dios)...
Muchas iglesias evangélicas encuentran sus raíces en la controversia modernista/fundamentalista del siglo XX. Aquellos que estaban anclados en el cristianismo histórico y se oponían al escepticismo moderno, no sólo luchaban contra la indiferencia a la verdad bíblica, sino contra los cambios en el estilo de vida adoptado por aquellos desacreditaban el derecho de la Escritura para gobernar su vida.
La preocupación de temas relacionados con el estilo de vida es necesaria para el cristianismo bíblico. Los primeros líderes evangélicos... insistieron, acertadamente, que la Biblia tiene los mandamientos que el pueblo de Dios debe obedecer para honrarlo. Sin embargo, los problemas llegaron cuando los patrones de conducta personal llegaron a tener tanto énfasis en la predicación y enseñanza evangélica como el mensaje de la gracia de Dios. Como consecuencia, la gente comenzó a pensar que su conducta era un requisito para que Dios los aceptar.
Parte de la preocupación de este renovado énfasis en la gracia es, simplemente, el temor de la pérdida de la identidad evangélica al tiempo que el interés por mantener los códigos que han distinguido a los cristianos que creen en la Biblia desde el siglo pasado se desvanecen. Este temor tiene sentido. Algunos códigos han mantenido a muchos cristianos sin tambalearse en medio de prácticas culturales y tampoco han adoptado patrones sociales en los que yacen grandes peligros espirituales. Aquellos que se han vuelto defensores recios del énfasis en la gracia deben reconocer la legitimidad de esta preocupación y mostrar cómo su enseñanza proveerá protección contra los peligros seculares cuando los códigos de conducta son menospreciados.
De hecho, los defensores recios del nuevo énfasis en la gracia, probablemente no sienten que es su responsabilidad tratar con los temas de comportamiento que preocupan a los defensores de los códigos. En general, los predicadores de la gracia ven a los viejos códigos evangélicos de conducta como formas destructivas del legalismo que deben ser desmanteladas. Muchos de nosotros hemos sido lastimados por las actitudes legalistas de la iglesia y entendemos la necesidad de luchar contra sus influencias espirituales corrosivas.
Más aún, no es suficiente si los defensores de la gracia simplemente reaccionan contra el legalismo. También debemos responder a la permisividad que tienta a los cristianos cuando escuchan al predicador decir, 'Dios te amará sin importar lo que hagas.' El legalismo hace que los creyentes crean que Dios los acepta basado en lo que ellos hacen. La permisividad hace que los creyentes crean que a Dios no le importa lo que ellos hacen. Ambos errores acarrean consecuencias espirituales terribles.
Jesús dijo, 'Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos' (Jn 14:15). La gracia no debe hacer que la obediencia sea opcional. Cuando Dios quita las buenas obras como condición para que nos acepte, él no quita la santidad como un requisito para la vida. Los requerimientos en la Biblia glorifican a Dios y protegen a su pueblo de daños espirituales. No podemos minimizar los requerimientos legítimos de la Biblia sin correr graves consecuencias.
Dios no nos ama porque seamos obedientes, pero nosotros no podemos conocer las bendiciones de su amor sin obediencia. Así, un enfoque en la gracia que minimiza la demanda de obediencia que nos dejó Jesús nos niega conocerlo y tener intimidad con él.
La gracia que lleva fruto es bíblica. Una gracia decadente usa amor incondicional de Dios es una excusa para vivir en indulgencia egoísta...
Descansar en la gracia de Dios no nos libera de nuestras obligaciones santas; por el contrario, esto nos debería capacitar para poder cumplirlas (ver Ef 4:7-13). La certeza del amor de Dios nos permite dejar de esforzarnos para complacerlo para nuestro propio beneficio, nuestras buenas obras comenzarán a reflejar más de la santidad que no es egoísta; una santidad que es verdaderamente santa.
(10-12)
La gracia y la obediencia no se excluyen mutuamente. Las dos son realidades en el plan perfecto de Dios; las dos cumplen diferentes funciones dentro de este plan; no podemos hacer énfasis en uno solo de ellos - eso sería presentar el evangelio de una forma incompleta y dañaría a las personas que nos escuchen.
Dios es santo, por eso odia el pecado; Dios es sabio, por eso nos enseña cómo quiere que vivamos; Dios es amor, por eso nos regala la salvación y sus bendiciones. Vivamos de acuerdo a su plan perfecto.
Guillermo Bernáldez F.
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