el pensamiento para esta semana me lo sugirió mi esposa. Es de uno de sus autores favoritos: Dan B. Allender. Se encuentra en su libro titulado Cómo los Hijos Crían a los Padres, un libro que vale la pena leer pues nos muestra por qué es que la Biblia dice que los hijos son una recompensa de Dios.
En esta ocasión el texto se presta para ser aplicado no sólo a la familia, sino también a la familia de Cristo; es decir, la iglesia. Por eso es que se han agregado notas para recordarnos que algunas actitudes en nuestros hogares, son similares en las iglesias.
La idea central es que muchas veces creemos que poseemos la verdad absoluta, cuando en realidad existen varios otros puntos de vista que son igualmente válidos. Por favor, no te confundas. La idea central no es argumentar a favor o en contra de israelíes o palestinos, sino de temas que no son centrales a las doctrinas cristianas; y que, sin ser importantes, de todas formas las usamos para desacreditar a los demás. Como resultado es la división y la fragmentación del cuerpo de Cristo. Espero que lo disfruten y nos desafíe a ser más tolerantes en cuestiones que no son esenciales.
"Odiamos
la ética gris, así que en cambio decidimos ver las cosas en blanco y
negro. Por ejemplo, Israel es bueno porque los judíos fueron un pueblo
perseguido y porque el gobierno de Israel permanece leal a Estado Unidos.
Los palestinos son terroristas porque se oponen a Israel y maten a
civiles inocentes. Sin embargo, hable con alguien en Cisjordania y
descubrirá que el terrorista de un hombre es el libertador de otro.
...El mundo es complejo y está lleno de paradojas, y la crianza de los
hijos [o la vida en la iglesia] no es una excepción. Nuestro malestar
con las paradojas, al igual que el gris ético de los aliados malos,
causa que busquemos soluciones simples. Queremos aceptar las cosas como
buenas en su totalidad, o malas en su totalidad, y esta tendencia
moldea la manera en que criamos a nuestros hijos [y que funcionamos en
la iglesia]. Mientras más creemos que nuestro bando es el justo y
bueno, más críticos nos volvemos hacia quienes no están de acuerdo con
nosotros. Por lo tanto, cuando en el hogar [o en la iglesia] se enseñan
los valores y el panorama mundial, el enfoque a menudo es estrecho,
dogmático y críticos antes que franco, curioso y de diálogo. Debido a
que nos ponemos de punta con las complejidades de la vida, tendemos a
adoctrinar a nuestros hijos [o a los miembros en la iglesia] según la postura de nuestra propia tribu y a
difamar de la postura de los demás. Ésta es la credibilidad de estar
convencidos en la absoluta certeza de nuestra postura, aunada a la
sospechosa desconfianza de cualquier postura que difiere de la nuestra.
Aun así, es inevitable que al caer de nuevo en la simplicidad del
blanco y negro de las convicciones prefabricadas se alimente la sospecha
y la credibilidad. En realidad nos lleva más lejos y nos lanza al
umbral de la rectitud propia."
[Más adelante dice cómo cambia esta tendencia]
"A medida que encaramos lo que nos falta, enfrentamos la desconfianza propia. Nos damos cuenta que somos muy deficientes y que ni nos acercamos a la tarea de criar hijos [o cualquier otra tarea en la iglesia o el resto de nuestras vidas]. Entonces, la duda de nuestra insuficiencia logra humillarnos con el fin de prepararnos para que Dios nos haga completos en medio de la paradoja."
(75-77)
Sin duda no es fácil hablar de este tema. Se requiere humildad y mucha honestidad para poder admitir que, en lugar de nutrir el cuerpo de Cristo, estamos destruyéndolo. Al hacerlo, somos culpables de desobedecer el mandamiento que Jesús hace a sus discípulos de mantenerse en unidad y en amor, y destruyendo el testimonio de la iglesia.
Si nos preguntamos cuáles son los temas centrales del cristianismo, probablemente el Credo de los Apóstoles es un buen comienzo.
Es posible que no logremos ponernos de acuerdo en todo con hermanos y hermanas de otras denominaciones en cuestiones que no son importantes, pero recordemos la tolerancia que muestra Pablo, que aún sabiendo que algunas personas predican por contienda, él se alegra porque las buenas nuevas son comunicadas. ¿Qué nos toca hacer a nosotros entonces?
Que Dios nos dé la capacidad para reconocer lo que es realmente importante de aquello que no lo es; y que nos dé el amor y la tolerancia para poder vivir como miembros de la familia de Jesús... y también en nuestras propias familias. Rindámonos ante nuestro Padre, solo Él puede capacitarnos. Dependamos de Él.
En el amor de Cristo
Guillermo Bernáldez