Buenos días,
si bien la cita para hoy viene de un libro para predicadores, no tenemos excusa para pensar que no tiene algo que decirnos, porque la gran comisión es una ordenanza universal. Así es que me tomaré la libertad de cambiar las palabras predicador/predicación para facilitar su lectura. Cada vez que lo haga, marcaré la palabra con cursiva para los que les interese saber con exactitud dónde hago los cambios.
Bryan Chapell fue profesor de homilética, decano y más recientemente presidente de Covenant Theological Seminary. También es el autor de Christ-centered Preaching (Predicación Cristo-céntrica). Éste es un excelente libro que nos recuerda que nuestra labor cuando comunicamos las buenas nuevas no debe enfocarse en cambiar el sistema social en el que estamos inmersos, ni el cambiar las actitudes morales de las personas (no estoy diciendo que no deban tratarse ni confrontarse, simplemente no deben ser el centro del mensaje), sino en Jesucristo y su obra redentora. Chapell nos recuerda la importancia de siempre tener en cuenta la gracia. Espero que lo disfruten.
"... El esfuerzo no produce santidad. La justicia propia y el amor sacrificial nunca son productos auto-inducidos. Los intentos para conformar nuestro carácter a los requerimientos de Dios a través de nuestras acciones es tan arrogante como el intentar salvar nuestras almas por nuestros talentos. Los comunicadores poderosos deben conocer muy bien la gracia que su propio carácter necesita.
No importa qué tan grandes sean tus cualidades, no vas a ser capaz de guiar a otras personas más cerca de Dios si tu corazón refleja el trabajo continuo del Salvador en tu vida. Un ministerio enfocado en la gracia reconoce el arrepentimiento que nuestras oraciones deben expresar consistentemente, confiesa la ayuda divina que nos fortalece en las decisiones que tomamos, obedece a Dios en gratitud por el perdón que Jesús provee, expresa la humildad apropiada para otros pecadores como nosotros, exuda el gozo de la salvación sólo por medio de la fe, y refleja el Amor que demanda nuestras almas y acepta nuestro servicio sin ningún mérito de nuestra parte. La presentación del evangelio sin enfocarse en la gracia se concentra en los medios para ganar la aceptación divina, las pruebas de justicia personal, y las comparaciones con los que son menos santos que nosotros.
La necesidad de la gracia en una presentación del evangelio inevitablemente apunta a tanto al locutor como al escucha a la obra de Cristo como el único centro apropiado para nuestro mensaje. Los mensajes no deben ser meramente evangelísticos o limitados a los relatos de los evangelios. Sino que considera que toda la Escritura revela el plan redentor de Dios...
... La gracia mantiene nuestro carácter fiel a Dios, y nuestras palabras fieles a las Escrituras...."
(30-31)
Para los que hemos asistido a una iglesia por cierto tiempo escuchar de la gracia es, generalmente algo común. Sin embargo, como varios autores han señalado, desgraciadamente es más fácil y hasta común hablar de la gracia, que aceptarla de forma práctica.
Nuestra salvación no depende de lo que hagamos o dejemos de hacer. Esto no quiere decir que no importa lo que hagamos, y tampoco quiere decir que las buenas obras no tengan valor. Sí lo tienen. Pero las buenas obras son el resultado de nuestra nueva relación con Dios y no un requisito para estar bien con Él.
La gracia es ese regalo maravilloso por parte de Dios que nos hace verdaderamente libres para disfrutar de nuestra relación con Dios y con los demás. Y al compartir este gran mensaje, nos permite transmitirlo sin condiciones, sin forzar nuestra forma de hacer las cosas en los demás. Nos libera de la presión de sentir que nosotros somos los que tenemos la responsabilidad de cambiar o convencer a las personas. Tenemos la responsabilidad de compartir la buenas noticias, pero Dios es quien transforma las vidas.
¿Has escuchado de la gracia? ¿La has experimentado? Si lo has hecho, ¡no vas a poder dejar de experimentarla y vas a querer que más personas la experimenten! ¿La has experimentado?
Guillermo Bernáldez
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