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mayo 04, 2011

Lo que el Compositor tenía en Mente



Saludos,

Después de un par de semanas de ausencia estoy de regreso. La mudanza familiar de Argentina a México y la hospitalización de papá me han mantenido muy ocupado. Aquí la cita de esta semana.

En su libro
Church: Why Bother? (Iglesia: ¿Por qué preocuparse?), Philip Yancey relata cómo a pesar de haber crecido dentro de una iglesia con el tiempo se sintió incómodo dentro de ella y con el tiempo dejó de asistir a ella. Esta no es una historia aislada; muchas personas comparten este tipo de sentimiento - las razones pueden ser muchas y variadas. Hasta es posible que algunas sean legítimas.

Yancey nos hace ver que con todos los defectos que la iglesia tiene, es ella el instrumento que Dios escogió para comunicar y propagar su mensaje, aún sabiendo los riesgos que esto implicaba. Que lo disfruten.


"C. S. Lewis escribió que Dios 'parece no hacer nada Él mismo cuando puede delegarlo a sus criaturas. Él nos ordena que hagamos lenta y torpemente lo que Él puede hacer perfectamente y en un parpadeo.' No hay mejor ilustración de este principio que la Iglesia de Jesús, el Cristo, a la que Dios le ha delegado la tarea de encarnar la presencia de Dios en el mundo. Todos nuestros esfuerzos son ejemplos de lo que Dios nos ha delegado.

Cada padre conoce algo acerca de delegar, con todos sus gozos y decepciones. La niña que da sus primeros pasos, se detiene, se suelta y cae, luego lucha por ponerse de pie para intentarlo nuevamente. Nadie ha descubierto otra forma de aprender a caminar.

Sí, la iglesia falla en su misión y comete graves errores precisamente porque la iglesia está compuesta por seres humanos quienes nunca pueden alcanzar la perfección de Dios. Ese es el riesgo que Dios tomó. Cualquiera que entra en la iglesia esperando perfección no entiende la naturaleza del riesgo o de la naturaleza humana. De la misma manera que cualquier romántico llega al punto en el que se da cuenta que el matrimonio es el principio y no el fin; aprende el esfuerzo necesario para que el amor funcione, cada cristiano debe aprender que la iglesia también es sólo el principio.

El compositor Igor Stravinsky escribió una vez una nueva pieza que contenía una parte difícil de violín. Después de varias semanas de ensayos el violinista que hacía el solo fue con Stravinsky y le dijo que él no podía ejecutar esa parte. Que él había hecho su mejor esfuerzo pero que esa parte era demasiado difícil, de hecho dijo que era imposible ejecutarla. Stravinsky respondió, 'Entiendo eso. Lo que yo quiero es el sonido de alguien que está intentando ejecutarlo.' Es posible que Dios haya tenido en mente algo similar con la iglesia.

Recuerdo haber escuchado una ilustración similar a Earl Palmer, un pastor que estaba defendiendo la iglesia de sus críticos, los que la despreciaban por su hipocrecía, sus fallas, y su incapacidad de alcanzar los elevados estándares del Nuevo Testamento. Palmer,..., escogió deliberadamente una comunidad conocida por su nada sofisticada cultura.

'Cuando la orquesta de la Escuela Milpitas intenta ejecutar la Novena Sinfonía de Beethoven, el resultado es espantoso,' dijo Palmer. 'No me sorprendería si durante su ejecución el viejo Ludwig se retorciera en su tumba a pesar de su sordera. Ustedes pueden preguntarse '¿Por qué preocuparse?' ¿Por qué afligir a esos pobres niños con la terrible carga de intentar tocar lo que el inmortal Beethoven tenía en mente? Ni siquiera la gran Orquesta Sinfónica de Chicago es capaz de alcanzar tal perfección.

'Mi respuesta es esta: La orquesta de la Escuela Milpitas va a permitir que algunas de las personas entre su auditorio tengan la única oportunidad de escuchar la gran Novena Sinfonía. Lejos de que sea perfecta, es sin embargo, la única oportunidad que ellos escuchen el 'mensaje de Beethoven.'

Con frecuencia recuerdo la analogía de Earl Palmer cada vez que me siento incómodo en un servicio en la iglesia. Aunque nunca alcance lo que el compositor tenía en mente, no existe otra forma para que esos sonidos se escuchen en la tierra."
(98-100)

La iglesia, es decir nosotros que somos la iglesia, tenemos esta gran responsabilidad de transmitir este mensaje de esperanza con palabras y con acciones. Nunca vamos a ser perfectos, pero probablemente somos la única oportunidad que muchos tendrán para escucharlo.

Leer este libro de Yancey me llena de emoción y de esperanza. ¡Qué privilegio ser parte del plan de Dios! ¡Qué alivio que no tenemos que ser perfectos (y no se piense que esto no es una apología para la mediocridad)!


Espero que podamos ser - con todas las limitaciones que el ser humanos nos impone - una iglesia que glorifique el nombre de nuestro Padre y que se esfuerce por transmitir el mensaje del evangelio - las buenas noticias - con amor y pasión. Que Dios, a través de su Espíritu nos capacite y nos aliente.

Guillermo Bernáldez

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