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enero 12, 2011

Esperanza


Saludos y buen año,

Durante la época navideña me llené de actividades y dejé de escribir antes de lo que pensaba y la semana pasada nació nuestro segundo bebé, así que ni tiempo de acercarme a la computadora. Gracias por su comprensión. Pero este año seguiré, si Dios quiere, con el Pensamiento para la Semana como hasta ahora.

El pensamiento de esta semana es del libro más reciente de Miroslav Volf, Against the Tide (Contra la Corriente), que en realidad es una recopilación de varios ensayos que publicó en la revistaThe Christian Century (El Siglo Cristiano) entre 1996 y 2008. Volf es profesor de Teología Sistemática en Yale y me he sentido muy atraído por su énfasis en perdón, reconciliación y justicia entre los seres humanos, basado en la obra de Jesús quien trae perdón, reconcilia y hace justicia.

La cita de hoy es un fragmento de su ensayo Not Optimistic (No Optimista) y en el que argumenta que si bien podemos ser optimistas, es la esperanza la que nos fundamenta como hijos e hijas de nuestro Padre celestial. Es un poco abstracta - recuerda que es un teólogo sistemático :o) - pero creo que vale la pena recordar por qué podemos tener esperanza. Que lo disfruten.

"Las dos [palabras] se pueden confundir fácilmente. Ambas, optimismo y esperanza, suponen expectativas positivas con respecto al futuro. Pero, como Moltmann ha argumentado convincentemente, ellas son posturas radicalmente distintas en su relación a la realidad. El optimismo se basa en 'el pensamiento extrapolativo de causa y efecto'. Hacemos conclusiones del futuro basándonos en experiencias pasadas y presentes, guiados por la creencia de que los eventos pueden ser explicados como efectos resultado de causas previas. Ya que 'esto' ha sucedido, podemos concluir que 'aquello' es un resultado posible.

El optimismo está fundamentado, si la extrapolación es correcta. Ya que mi hijo Nathanael pudo leer un libro infantil cuando estaba en el jardín de niños, puedo ser legítimamente optimista que el puede desempeñarse razonablemente bien cuando entre a primer grado. Si la extrapolación es incorrecta, mi optimismo está mal fundado, es ilusorio. Aarón, mi hijo de dos años, es muy bueno para lanzar la pelota. Pero sería ingenuo pensar que que yo creyera que él va a firmar un contrato multi-millonario con algún equipo profesional y que se encargue de mi jubilación.

La mayoría de nuestras expectativas positivas del futuro están basadas en este tipo de extrapolaciones. Vemos el brillo anaranjado en el horizonte, y esperamos que el día esté bañado de sol. Este tipo de optimismo informado es importante para nuestra vida personal y profesional, para el funcionamiento de las familias, la economía y la política. Pero el optimismo no es esperanza.

Una de las contribuciones más perdurables de Moltmann en su libro La Teología de la Esperanza fue su insistencia en que la esperanza, a diferencia del optimismo, es independiente de las circunstancias de las personas. La esperanza no está basada en las probabilidades de la situación y de una extrapolación correcta del futuro. La esperanza está basada en la fidelidad de Dios y por lo tanto en la efectividad de la promesa de Dios. Y esto me lleva de regreso al Adviento.

Moltmann distingue entre dos formas en las que el futuro se relaciona con nosotros. La palabra latina futurum lo expresa de una manera. 'Futuro en el sentido de futurum se desarrolla desde el pasado y el presente, de tal manera que estos contienen en sí mismos la potencialidad de llegar a ser y están 'preñados con futuro.'' La palabra latina adventus expresa la otra forma en que el futuro se relaciona con nosotros. El futuro en el sentido de adventus es el futuro que viene no de la esfera de lo que es o lo que fue, sino de la esfera de lo que todavía no es, 'desde afuera,' de Dios.

El optimismo se basa en las posibilidades de cómo han llegado a ser las cosas; la esperanza está basada en las posibilidades de Dios sin importar cuáles sean las circunstancias actuales. La esperanza nace aun en el valle de sombra de muerte; de hecho es ahí donde se manifiesta verdaderamente. La figura de la esperanza en el Nuevo Testamento es Abraham, que esperó en contra de toda esperanza porque él creyó en el Dios que 'da vida a los muertos y que llama las cosas que no son como si ya existieran' (Rom 4:17-18). La esperanza florece aun en situaciones que,..., pueden ser absolutamente desesperanzadoras. ¿Por qué? Porque la esperanza está basada en la llegada de Dios a la oscuridad para disiparla con su luz divina.

Cada año en la época de adviento leemos que el profeta Isaías dijo: 'El pueblo que andaba en la oscuridad ha visto una gran luz; sobre los que vivían en densas tinieblas la luz ha resplandecido' (Isa 9:2). De eso se trata la Navidad - algo radicalmente nuevo que no puede ser generado de las condiciones de este mundo. No emerge. Viene. No se extrapola. Dios la promete. Si la oscuridad ha descendido sobre ti y sobre tu mundo. No necesitas tratar de convencerte de que las cosas no son tan malas como parecen, ni tratar de tratar de buscar razones para estar optimista. Recuerda este simple hecho: la luz de Aquél que estuvo en el principio con Dios brilla en la oscuridad, y la oscuridad no prevaleció más..."
(45-46)


Que a pesar de que a veces perdamos el optimismo, nunca dejemos de tener esperanza porque sabemos que Dios es siempre fiel. Que las circunstancias adversas y dolorosas puedan ser un campo fértil para que la esperanza florezca.

Guillermo Bernáldez

En memoria de mi querida prima Ana Débora, quien vivió con esperanza hasta el último momento.

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