Es probable que algunos de ustedes hayan escuchado cantar a Steven Curtis Chapman. En 2017 publicó su libro, Between Heaven and the Real World (Entre el cielo y el mundo real). En él, Steven relata su vida – alegrías, temores, anhelos, éxitos y fracasos – de la mano del Señor. En mi opinión, es un libro que conecta en varios niveles con las experiencias de sus lectores.
La historia de hoy es del trabajo misionero y del impacto que tiene en las vidas de todas las personas. Es fascinante ver cómo el evangelio transforma y permite amar genuinamente a nuestros enemigos. En la primera parte, Steven Curtis Chapman relata la historia que leyó en otro libro (Portales de esplendor) para después ser testigo del poder y gracia de Dios en las vidas de los protagonistas de la historia. Espero que lo disfruten.
En algún momento a mediados de los 1990s, alguien me regaló una copia de la fascinante historia Through Gates of Splendor (Portales de esplendor), una de las historias de misioneros más importantes que se haya escrito. Yo conocía la historia contada por, la ya mayor, Elisabeth Elliot y la famosa cita de su esposo, Jim, “No es un tonto el que da lo que no puede mantener para ganar lo que no puede perder.” Pero no conocía los detalles.
En 1956, después de haber estudiado en Wheaton College, cinco jóvenes inteligentes – todos casados, cuatro de ellos padres, Nate Saint, Jim Elliot, Ed McCully, Pete Fleming y Robert Youderian, ansiaban compartir su fe con una de las más peligrosas y salvajes tribus de la tierra, los indios auca – la tribu misteriosa de la edad de piedra hoy conocidos como los huaorani.
Escondidos en la profundidad de la jungla del Ecuador, los huaorani estaban a punto de desaparecer y nunca habían escuchado el mensaje del amor de Dios a través de Jesucristo. Los misioneros norteamericanos volaban sobre la playa frecuentemente en una avioneta amarilla desde la que tiraban baratijas con la esperanza de llamar la atención de los huaorani. Trabajaron varios meses para lograr relacionarse con los huaorani y los principios de su amistad parecieron tener éxito. Entonces llegó el día en el que los misioneros no transmitieron su emisión de contacto diaria en su radio de onda corta – la primera vez que había ocurrido.
El 10 de enero de 1956, la Fuerza Aérea de Estados Unidos envió a un equipo de rescate para buscarlos. Varios días después, encontraron los cuerpos de los misioneros flotando en el río; su avioneta había sido destruida y ellos habían sido atravesados con lanzas varias veces y brutalmente descuartizados hasta la muerte con machetes. Se confirmó la muerte de los cinco hombres.
Dos años después, Elisabeth Elliot, la viuda de Jim Elliot, y Rachel Saint, la hermana de Nate, sintieron que debían ir a Ecuador para continuar con el trabajo y vivir en el mismo lugar en donde se había masacrado a los misioneros. Uno a uno, la gente de la tribu respondió al evangelio y muchos de los huaorani se volvieron cristianos; seguidores de Dios, como les decían Elisabeth y Rachel.
Cinco de los seis hombres que perversamente habían asesinado al esposo de Elisabeth y al hermano de Rachel se volvieron seguidores de Dios. Hoy, los huaorani son un pueblo transformado y los hombres que asesinaron a los misioneros no sólo se volvieron creyentes, sino que también se volvieron líderes de la iglesia cristiana local que fundaron Elisabeth y Rachel. Han aprendido a caminar por el sendero de Dios.
… me puse a investigar y descubrí unos artículos de Steve Saint. Me pregunté si sería el hijo de Nate, que tenía cinco años cuando asesinaron a su papá en Ecuador – en efecto, era él. Contacté a Steve por correo-e y me dijo que, por el momento, estaba en EE. UU., pero no sólo eso, sino que estaba con un hombre llamado Mincayani; ‘Mis hijos lo llaman, abuelo’, me dijo Steve. Es uno de los seis hombres que atacaron y mataron a mi padre y sus amigos, pero se ha vuelto un amigo querido para mi familia – me encantaría que lo conocieras.
¡Muy bien! No es el tipo de invitación que recibo todos los días. Había conocido a asesinos brutales con Chuck Colson, pero la mayoría de ellos habían estado detrás de las rejas. Ésta sería la primera vez que vería a un asesino fuera de prisión por mi propia voluntad…
… no podía creer que estaba sentado frente al hijo del misionero Nate Saint y era todavía más difícil creer que este pequeño hombre cuyos ojos mostraban gozo y ternura había matado al padre del hombre que estaba sentado junto a él – era muy sorprendente.
Sin duda, los caminos de nuestro Padre no sólo son perfectos (2Sam 22:31), ¡sino maravillosos! Es muy probable que algunas circunstancias nos dejen perplejos y que, algunas otras, sean muy dolorosas. También es posible que pensemos que no hay remedio para lo que estamos experimentando, pero los que estamos en Cristo, somos nuevas criaturas (2Co 5:17).
No esperemos que el cambio sea igual en todos o que sea instantáneo. No podemos exigirlo de los demás, sino buscar con honestidad la forma en que Dios trabaja en nuestra mente, corazón y voluntad. Todo para su gloria y para testimonio a los demás.
En el amor transformador del Padre eterno,
Guillermo Bernáldez Flores