Entiendo que una gran parte de creyentes, optan por alejarse de temas políticos, especialmente cuando estos se ven desde un punto de vista cristiano. No es mi intención debatir de este tema. Lo que me interesa es que podamos ser instrumentos de reconciliación y, a través de esto, proclamar el reino de Dios.
John W. de Gruchy, un académico cristiano, nos hace una propuesta muy desafiante: perdonar. Él escribe desde el contexto violento que le tocó vivir, el apartheid en Sudáfrica. Su libro Reconciliation: Restoring Justice (Reconciliación: Restaurando la Justicia), es un acercamiento muy interesante - aunque teológicamente no estoy de acuerdo con algunos de sus puntos de vista.
Aunque los contextos son distintos, me parece que vale la pena considerar su propuesta, y aplicarla en la sociedad y en nuestras familias y relaciones. Espero que les brinde una oportunidad para reflexionar.
"Amnistía, como han dicho muchos, no significa amnesia. Así, también, el perdón requiere de la memoria, no olvidar, lo que pasó a nuestros amados, camaradas y a uno mismo. Pero el perdón también implica recordar el pasado de tal manera que sane las relaciones, construir comunidad y así anticipar un nuevo futuro. Paradójicamente, este recuerdo es también una forma de olvidar, sin negar el pasado...
Sólo decir la verdad acerca del pasado, no sana; de hecho, puede llevar a actos de venganza violenta. En ese momento, recordar aviva las brasas de un fuego que se extingue de tal manera que estalla en llamas nuevamente y nos devora. La única manera de redimir el pasado es a través de memorias que han sanado, y de esta forma dejar de lado aquello que sólo puede provocar amargura y venganza. Entonces, el perdón genuino no quiere decir que tiremos el pasado de lado y tomar a la ligera la injusticia. El perdón nace de una profunda consciencia del mal que ha sido perpetrado, pero que sabe cómo lidiar con el mal de tal forma que lleva a la sanidad. Nelson Mandela lo expresó así cuando escribió: 'Mi enojo contra los blancos decreció en la prisión, pero mi odio por el sistema creció, yo quería que Sudáfrica viera que amaba hasta a mis enemigos, al mismo tiempo que odiaba el sistema que nos enfrentaba uno contra el otro'. Lo que es sobresaliente del ejemplo de Mandela es que no solamente identificó la conexión entre justicia y reconciliación, el paso del perdón, como un medio para restaurar la justicia. Entendido de esta manera, el perdón se torna un acto creativo y sus agentes unos verdaderos artistas.
Desde esta perspectiva, el perdón siempre es una prerrogativa de las víctimas. El tiempo apropiado para perdonar será escogido por ellos; el lugar donde se perdone, será su lugar; las palabras de perdón, serán sus palabras. El perdón, como la venganza, es una protesta contra ser reducido a víctimas. Es otra forma de expresar poder en medio de la falta de poder, pero sólo que ahora no es una expresión de destrucción sino de sanidad. Desde la perspectiva de la cruz, el perdón transforma a la víctima en el vencedor que abraza al 'otro' en amor en lugar del vencedor que triunfa sobre el 'otro' en juicio.
Durante su visita a Sudáfrica en 1992, Emilio Castro, un ex-secretario del Consejo Mundial de Iglesias, nos recordó que la víctima es 'la que tiene la llave para una reconciliación fundamental y verdadera, porque Jesús está presente en la víctima.' Así como no podemos forzar a las víctimas para que perdonen, el perdón, cuando ocurre es porque las víctimas, reflejando el perdón mismo de Dios, toman la iniciativa...
Esto apunta a la convicción cristiana de que aquellos que necesitamos perdonar 'no necesitan ser vistos como inocentes para que puedan ser amados, sino que deben recibir el abrazo aun cuando ellos son vistos como los que han hecho mal. El perdón es, entonces, algo gratuito, no algo que los perpetradores se ganan, aunque su efectividad depende del grado de su remordimiento, arrepentimiento y reconocimiento de su responsabilidad.
La habilidad y disposición para perdonar es una señal de valor y fuerza moral, y como tal es una señal de sabiduría. El perdón es el ejercicio del poder en la debilidad y sabiduría en aparente locura..."
pp. 178-180
Quizá nos cuesta reconocer qué tanto hemos ofendido a Dios. Es probable que no sintamos tan culpables por lo que hicimos en el pasado sin embargo, es innegable que delante de Dios, habíamos hecho mal... y nos perdonó, nos adoptó y nos abrazó con todo su amor. Como sus hijos e hijas, que hemos recibido estas expresiones de amor tan grandes de forma gratuita, estamos obligados a amar a nuestro Padre celestial por encima de todo. Al mismo tiempo, llamados a reflejar su amor, ofreciendo su gracia a otras personas. No es un amor barato, sino que requirió justicia - no hubo impunidad. Y fue pagado por su propio hijo, nuestro señor Jesús.
Espero que nos desafíe como personas y como iglesia. Que nos demos tiempo para pensar en cómo vivir en estos tiempos difíciles siendo sal y luz.
Guillermo Bernáldez Flores
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