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marzo 12, 2013

Obediencia por amor y no por temor

       Saludos,

un buen amigo me envió este pensamiento.  Es más teológica de lo que normalmente escribo, sin embargo, creo que vale la pena leerlo. 

      La cita original es de Bryan Chapell, un excelente maestro de homilética en Seminario Teológico Covenant, de su libro Preach with Power (Predica con Poder), como la citó Chan Kilgore, pastor de la Iglesia Crosspointe en Orlando, Florida.

       El argumento principal es que la gracia de Dios es suficiente para nuestra salvación.  Nuestras obras no pueden alcanzar la salvación, sino que son resultado del amor y agradecimiento a Dios por su gran amor por nosotros.  Espero que lo disfruten.




"'Cuando el pueblo de Dios sólo escucha los imperativos de la Palabra, están forzados a concluir que su santidad es un producto de sus esfuerzos.  Lo que necesitaba aprender era que la cura era predicar menos de la Escritura, sino más.  Particularmente, necesitaba aprender a predicar cada texto en su contexto redentivo.  Así, en su contexto el texto nunca se trata exclusivamente de una instrucción moral, sino que siempre es acerca de nuestra dependencia en nuestro Salvador, para que podamos ser y hacer lo que la Palabra requiere.'  En esencia, la exposición redentiva requiere que nos identifiquemos una condición de seres caídos que el Espíritu Santo trate en el texto que él inspiró para tu edificación, y entonces el camino de Dios al dilema humano.  Dicho patrón no sólo pone en evidencia el predicamento humano que requiere el alivio de parte de Dios, fuerza al predicador a enfocarse en la solución divina.  Su gloria siempre es lo más alto del sermón.  La vanagloria en la habilidad humana y el engrandecimiento del orgullo humano desaparecen con este tipo de enseñanzas, no porque los imperativos de la ley de Dios sean minimizados, sino porque Dios siempre es el héroe del texto.  Él nos capacita para ser justos, perdona nuestra falta de justicia, y provee en esas ocasiones en las que somos débiles.  Porque la interpretación redentiva de las Escrituras nos lleva a enseñanzas marcadas por una exaltación constante de la misericordia de Dios en Cristo, los corazones en los que habita el Espíritu están constantemente siendo llenados con más razones para amar a Dios.  Este amor se vuelve la motivación principal para la obediencia cristiana ya que los corazones en los que habita el Espíritu responden con amor por su Salvador.  Para el creyente no hay una motivación más grande que la gracia - amor estimulado - y no temor, culpa o ganancia.  El amor ardiente por Dios es alimentado por la comunicación constante de la gracia, esto hace que el creyente quiera caminar con Dios y obedecer los mandamientos que lo complacen.  Ésta es la razón por la que el apóstol Pablo pudo decir que la gracia de Dios nos enseña a decir no a las impiedad y las pasiones humanas (Tit 2:12).  La Biblia no reconoce alguna definición de gracia que excuse el pecado o promueva la laxitud moral. Cuando  la gracia es entendida adecuadamente, uno no se deshace de la ley; sino que ésta es atesorada.  Queremos honrar los estándares que honran a Dios, porque lo amamos.  Las reglas no cambian en el evangelio basado en la gracia; las razones sí.  Servimos a Dios porque lo amamos, no para lograr que Él nos ame.  Después de todo, ¿cómo es que nuestros trapos sucios pueden hacer que Dios nos ame? [Is 64:6]  Él nos libera de la banda sin fin del desempeño que promete brindar santidad a través del esfuerzo humano, pero el sentimiento en el corazón es amor que está más preocupado por complacerlo.  La abrumadora e incondicional misericordia de Dios nos aseguró que no hay condenación para aquellos que están en Cristo Jesús (Rm 1:8), sino que en lugar de promover el libertinaje, esta bondad lleva al arrepentimiento (Rm. 2:4).  Queremos alejarnos del pecado que entristece al que amamos (Ef 4:30).  El viejo imperativo de los predicadores, 'aprovechar la sangre al máximo,' refleja mucha sabiduría acerca de la motivación humana.  La cruz estimula el amor a Dios, la resurrección celo por sus propósitos, y la segunda venida perseverancia en su causa.  Todas son necesarias, pero la misericordia de Dios hacia las personas que no la merecen - al tiempo que se desarrolla a través de la Escritura y culmina en la Cruz - continúa siendo el mensaje que prepara al corazón para que reciba y emplee todas las otras verdades del evangelio."
  

       Es porque obedecemos por amor, que nuestra obediencia a los mandamientos de Dios no es una acción legalista.  Su observancia no es para alcanzar la santidad; la santidad nos es dada únicamente por el sacrificio y resurrección de nuestro señor Jesús.  

       Cuando el Espíritu Santo nos  muestra y nos hace entender este amor, nuestra reacción es querer complacer a quien nos ama tanto, hacer su voluntad, y esperar para reunirnos con él, por siempre.

       En la gracia inmerecida de la que participamos
 Guillermo Bernáldez