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diciembre 05, 2012

También por los que nos ofenden

Buen día, 

       Miroslav Volf se ha convertido recientemente en uno de mis autores cristianos favoritos.  Especialmente por su propuesta de paz y reconciliación.   El día de hoy les presento un fragmento de su libro The End of Memory (El fin de la memoria).  Un excelente libro para poder enfrentarnos a nosotros mismos con la realidad de lo difícil que es perdonar, especialmente cuando sabemos que la persona que nos lastima lo ha hecho con toda la intención de hacerlo.  


       Cuando Jesús nos enseña a orar, incluye la frase "Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores" (Mt 6:12).  La pregunta que debemos preguntarnos es si verdaderamente los hemos perdonado.  Si no lo hemos hecho, las consecuencias a nuestra propia oración son aterradoras.

       Jesús vino al mundo para reconciliar a la humanidad consigo mismo.  Como sus seguidores no tenemos excusas para no buscar el perdón y la reconciliación con los demás, como Pablo lo indica en Romanos (12:18).  Volf nos hace ver qué implicaciones tan profundas tienen estas palabras: Dios ama también a aquellas personas que intencionalmente nos han lastimado, y también quiere que sean redimidas.  Si nosotros somos los que hemos ofendido, entonces podemos sentirnos seguros en el amor que nuestro Padre tiene por nosotros - y estamos obligados a reconocerlo y pedir que nos perdonen.  Espero que disfruten del texto. 

       "... Sin duda, la solidaridad con aquellos que sufren es un aspecto importante de la obra de Cristo en la cruz.  A través de las edades, los oprimidos y los necesitados han encontrado consuelo al pie de la cruz y esperanza frente a la tumba vacía.  Pero Cristo no murió únicamente en solidaridad con los que sufren, sino también como un sustituto por los ofensores.  Él murió por aquellos que hacen lo malo, los que causan sufrimiento - por los enemigos de Dios, el defensor de los oprimidos.  Además, se puede argumentar que en el Nuevo Testamento la sustitución es la dimensión dominante de la obra de Cristo y su solidaridad es resultado de subordinado de ella.  La memoria sagrada de la Pasión será defectuosa si sólo contiene el par "sufrimiento/salvación"  También debe incluir el par más dominante, "enemistad/reconciliación".

       Considera la explicación que el apóstol Pablo hace de la pasión en Rm 5, la culminación de un argumento largo que comenzó desde el principio de su carta.  En ese capítulo, Pablo escribe sólo de reconciliación con Dios, pero puede verse que el gran propósito es, también, la reconciliación entre las personas.  Porque hacia el final de la epístola, Pablo insiste que el abrazo de Dios a la humanidad provee de un modelo para que los seres humanos emulen como humanos (Rm 15:7).

Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.  Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.  Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.  Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.  Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.  

       El amor es el centro de la narrativa de la muerte de Cristo que hace el apóstol Pablo.  Pero sorpresivamente, y hasta escandalosamente, el amor no es únicamente por las víctimas, sino también para los perpetradores - para aquellos que "no tienen poder" porque ellos fueron atrapados por las trampas de la "impiedad," aquellos que son injustos, "pecadores" que merecen la ira de Dios, "enemigos."  Por supuesto que esto no implica, en los textos de Pablo, que este amor no es para los que sufren.  Una mirada a sus instrucciones de cómo recordar la muerte de Cristo cuando se celebra la Cena del Señor, por ejemplo, revelará que Pablo considera una gran falta cuando el rico arrogante 'humilla a aquellos que no tienen nada' (1Co 11:22). Y aún así, en el corazón de su evangelio existe una convicción de que Dios ama a los injustos - los ama tanto que Cristo murió por ellos y en lugar de ellos.  Injusto - el tipo de persona que Pablo era antes de haber sido llamado a ser apóstol. Una persona muy piadosa pero profundamente equivocada.  Una persona que hace lo malo quien persiguió a la gente simplemente porque ellos adoraban a Jesús como el Mesías.  Y entonces el Dios de gracia encontró a éste el 'primero' de los pecadores en el camino a Damasco (Hc 9:1-19; 1Tim 1:15).


     Debemos tener cuidado de algunas de las interpretaciones de lo que significa que Cristo haya muerto por los insensatos - lo que los teólogos llaman su muerte 'sustitutiva' - son profundamente problemáticas.  Si vemos a Cristo como un tercero que está siendo castigado por los pecados de los transgresores, hemos errado.  Porque a diferencia de una deuda financiera, la responsabilidad moral no es transferible.  Pero Cristo no es un tercero.  Por su divinidad, Cristo es uno con Dios, con quien se está en deuda.  Por lo tanto es Dios quien a través de la muerte de Cristo lleva la carga de nuestras transgresiones contra Dios y nos libra de una retribución justa.  Pero dada la humanidad de Cristo, él también es uno con nosotros, los deudores, somos nosotros los que morimos en Cristo y así somos libres de la culpa.  La unidad de Cristo con el acreedor y los deudores sólo deja dos categorías de "actores" y así niega la noción del involucramiento de un tercero. 


       También erramos si creemos que el sufrimiento de Cristo de alguna manera fomenta la pasividad de la persona abusada para que acepte el abuso.  El mensaje de la cruz no es el de legitimar la "fuerza de la gente para servir en funciones que ordinariamente hubieran sido ocupadas por alguien más", como dice Dolores Williams.  La sustitución es un regalo iniciado y dado voluntariamente a los que hacen el mal por el que recibió la maldad - Jesús, y no es una carga de servicio colocada en un extraño.  Y es un obsequio que, lejos de señalar la pasividad en la aceptación del abuso, cuestiona de la forma más radical dicho abuso.  Porque condena la maldad al mismo tiempo que libera al que ejecuta la maldad, quien recibe el perdón con arrepentimiento, no sólo del castigo y la culpa, sino también del dominio de los actos malvados en sus vidas.

(115-117)


       Con frecuencia etiquetamos a los que nos han lastimado y olvidamos que Jesús los ama también.  Jesús también murió por ellos - si es que ellos lo reconocen como salvador.  Su deseo sigue siendo que nadie se pierda (Mt 8:14).  Si amamos a Dios, ese debería ser nuestro deseo también.  

       Todos somos pecadores, nadie es justo y nadie puede hacer algo para hacerse merecedor de el amor de Dios y de la salvación.  Cuando sabemos esto, podemos recordar que la gracia de Dios es para todos - y nosotros debemos reflejar esa gracia. 

Guillermo Bernáldez