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septiembre 03, 2013

El Evangelio no es un Infomercial

Saludos,

       recientemente hemos estado hablando con varios amigos y amigas que han estado viviendo experiencias dolorosas.  Uno de ellos se preguntaba "¿Qué habré hecho para que esto me pase?"  Otros piensan que son obras de brujos, etc.  Es probablemente por esto que he pensado tanto en el dolor y las experiencias difíciles que experimentamos a lo largo de la vida.  

       Donald Miller, en su muy recomendable libro, A Million Miles in a Thousand Years (en español lo titularon: Un largo camino de mil años: lo que aprendí al redactar mi vida), nos hace ver que parte del problema en entender el dolor radica en una deficiente enseñanza dentro de las iglesias.  Creo que sus observaciones son muy acertadas y pertinentes.  Espero que lo disfruten. 
 
       "Al crecer en la iglesia, nos enseñan que Jesús era la respuesta para todos nuestros problemas.  Nos enseñaron que había un hueco con forma de círculo en nuestro corazón y que lo habíamos intentado llenar con figuras cuadradas de sexo, drogas y rock and roll; pero sólo la figura circular de Jesús puede llenar nuestro hueco.  En parte por esto me volví cristiano, en esta promesa, pero el hueco nunca desapareció.  En realidad, Jesús me agrada, y todavía lo sigo, pero la idea de que Jesús hará que todo sea mejor, es una mentira.  Básicamente es teología bíblica traducida al lenguaje de los infomerciales.  La verdad es que los apóstoles nunca prometieron que Jesús iba a hacer que todo fuera mejor aquí en la tierra.  ¿Puedes imaginar un infomercial con Pablo, dando testimonio de los maravillosos productos de Jesús, diciendo que él alguna vez tuvo poder y autoridad, y desde que probó a Jesús él ha ido de una prisión a otra, ha sido golpeado, y mordido por serpientes con frecuencia?  No creo que mucha gente compraría ese producto.  Pedro no sería mucho mejor.  Él fue crucificado de cabeza, según algunos reportes.  Esteban fue apedreado a las puertas de la ciudad.  Juan, se supone, murió en aceite hirviendo.  Es difícil imaginar cómo una religión llena de tanto dolor y sacrificio, llegara a ser una de promesa y euforia en la tierra.  Creo que Jesús puede hacer que las cosas mejoren, pero no creo que lo vaya a hacer perfecto.  Al menos no aquí, ni ahora. 

       Aunque lo que amo del verdadero evangelio de Jesús, es que ofrece esperanza.  Pablo espera que nuestras almas lleguen a la plenitud.  Sucederá en el cielo, donde habrá una boda y una fiesta...  Pablo dice que nuestra esperanza en Jesús no desepciona.  Eso me consuela.  Para ser honesto, eso me ayuda a pasar el día.  De alguna manera, hasta me hace sentir bien.  Quizá a eso se refería Pablo cuando decía que él había aprendido el secreto del contentamiento."

       No estoy obsesionado con el dolor.  Pero me parece honesto poder hablar de la realidad del dolor en la vida de los seguidores de Jesús.  La promesa de una vida sin dolor, ni enfermedades, ni llanto, etc., no es para esta vida, sino para cuando gocemos de la vida eterna.  Si no hay una enseñanza adecuada, existirán muchas personas dentro de las iglesias que además del sufrimiento de la vida, sufrirán porque pensarán que su relación con Dios no es la adecuada.  Los ejemplos que cita: Pablo, Pedro y Juan - además de la misma vida de nuestro Señor Jesús - son claras y contundentes.

       La esperanza al escribir estas líneas es que traiga consuelo a las personas que están atravesando por situaciones límite; al mismo tiempo espero que los que, por la gracia de nuestro Padre, no se encuentren en esta situación, que puedan estar preparadas para que cuando la experiencia llegue, sepan que es parte de un plan divino.  



       Tengo un tercer grupo en mente, y son aquellos que cuando una persona está atravesando momentos de dolor, no lloran con los que lloran, sino que los señalan pensando que es su pecado el que los ha llevado a esta situación.  Estos momentos presentan, sin duda, excelentes oportunidades para mostrar la gracia que hemos recibido.  No dejemos pasar estas oportunidades.

        En el amor del Padre

Guillermo Bernáldez